Jasper Horant se levantó esa mañana con la sensación de haber logrado algo grande, pero no sabía el qué. Tenía cierto sentimiento en el pecho que no lo dejaba respirar de manera normal.
Se alistó como siempre con un traje para asistir al trabajo, ya que al ser jefe de una de las exportadoras de vino más grandes de Stratfour, todo venía complicándose cada vez más en cuanto a los horarios, no porque tuviera que quedarse doce horas, sino porque debía asegurarse de que cada pequeño detalle funcionara de manera correcta.
Tenía muchas responsabilidades en sus manos, de él dependían muchas de las cosas que dijo que nunca lo harían, pero de cierto modo, aquello era por un solo propósito, volverse famoso, un poco más millonario y ser la comidilla de la gente, eso era bastante usual para él.
Se había esforzado por muchos años para poder estar allí.
Salió de la habitación y observó que quien le esperaba fuera era su esposa, ataviada en un vestido blanco que caía hasta un poco más abajo de las rodillas, tenía una tela delicada parecida al tul, pero de verdad era airado y con solo un poco de volumen en la parte inferior. La mujer iba maquillada de la mejor manera que podía hacer por su cuenta y todo en ella indicaba que se había esforzado como siempre en ser la única y perfecta señora Horant, siempre lista para brillar en cualquier situación.
Ella le sonrió y entonces le dio un beso en los labios, todo esto mientras la sirviente veía desde atrás la escena, esperando que el señor tomara asiento en la mesa para poder servir su comida, ya que no había otra cosa que odiara más que el simple hecho de que lo que iba a comer estuviera frío.
Ya le había sucedido un par de veces que servía la comida y él no aparecía sino hasta veinte minutos después, lo cual era una total tortura.
Cuando los dos tomaron asiento en el comedor, la mujer con el uniforme de empleada doméstica empezó a servir sus platos de la mejor manera que sabía, buscando solo agradarlos. Una vez hecha la tarea, se retiró de allí, pero bien sabía que si llegaban a necesitar algo, a quien llamaría sería a ella.
Inmediatamente después de que la sirviente se fue, Sylvia cambió de actitud, pues se centró en su teléfono celular, como hacía la mayor parte de las veces, el juego de ella era ser perfecta ante todos, pero en la intimidad era solo una farsante, ella no quería estar con su esposo, lo trataba como a un animal de compañía, si era propio mencionar.
—Sería muy bueno que me miraras aunque fuera por una vez desde que estamos casados, de hecho, sería maravilloso poder conversar como personas adultas, pero en cambio estás allí, ignorándome incluso ahora, como si no estuviera hablando contigo— expresó el hombre, sintiendo que su rostro estaba rojo de ira, es que estaba harto de ser tratado como a un adorno.
La mujer entonces volteó y apenas lo miró de reojo, sin embargo, tomó una fresa entre sus labios, la mordió y le guiñó un ojo al más alto.
—No te estreses tanto, Jasper, un día de estos terminarás en emergencias por un ataque cardíaco— le respondió ella, levantándose de allí después de comer una rebanada de pan integral con mantequilla de almendras y varias fresas.
Se llevó consigo su jugo verde en un termo muy bonito de acero inoxidable, pero ni siquiera volvió a mirarlo en todo su recorrido.
Jasper en serio quería un poco de cariño, si bien, su familia lo tenía acostumbrado a algunos mimos, el hecho de que la mujer con la que se casó, independientemente de si era o no una empresaria exitosa, lo ignorara, le hacía sentir inferior, como si no valiera nada.
Bien sabía que eso era lo que quería, que no soportara más tal situación y solo pidiera el divorcio, pero era algo que no estaba en posición de hacer, definitivamente no quería hacerlo cuando su negocio de vinos estaba tomando auge internacional debido a su apoyo económico, así que hacer tal cosa era algo tonto, pero se mantenía allí por algo de orgullo también, y de que no quería causar polémica bajo ningún concepto.
Jasper podía ser de todo, pero no era un hombre que peleara, que se la pasara haciendo cosas en las que no debía de estar involucrado, era alguien a quien le gustaba hacer las cosas por la vía legal, tenía muy fuertes convicciones sobre la vida.
Jasper solo pasó una mano por su rostro, luchando internamente por no explotar, pero vaya que quería hacerlo, estaba desesperado por decir algo, hacer algo, pero no era ese tipo de personas, así que solo se calmó un poco respirando profundo hasta recuperar su color natural.
Varias veces ya había querido golpear cada cosa frente a sí, pero tenía muy en claro que eso solo lo hacían las bestias, los hombres que no se sabían controlar, y definitivamente él no era uno de esos.
Terminó de desayunar en soledad y entonces se levantó de allí, dejando todo tal cual. Tomó su maletín de negocios y salió de la casa, recorriendo el amplio pasillo hasta la puerta principal. Al estar fuera, miró que el jardín necesitaba un poco más de podado, ya no le gustaban las formas que se les había dado el mes anterior.
Caminó hasta su auto y subió en el, pudiendo ver a Sylvia desde allí, la cual estaba en el área de la piscina, dentro de la casa, detrás de las puertas transparentes. La mujer se hallaba ya en un bikini demasiado revelador, y cualquiera que la viera en esos momentos podría jurar que en realidad su vida sexual era activa, pero no la había tocado siquiera la primera vez, ella nunca le prestaba la más mínima atención, y eso aunque lo estresaba un poco, no significaba demasiado, solo tenía una amarga sensación cada vez que pensaba en ella y en su matrimonio arreglado por conveniencia.
Salió de la casa conduciendo a la velocidad estimada, con su cinturón bien puesto y los ojos en la carretera, odiaba a la gente que sacaba sus celulares en plena vía, en plena reunión, en plena cita, eran cosas que no debían de hacerse bajo ningún concepto.
Era una tremenda falta de respeto que hicieran esas cosas, como no prestarle atención a una persona que por lo menos pasaba tiempo contigo o solo se conocían de un rato, debía de haber cierto respeto por las dos partes.
Sin importar el tipo de objeciones que tuviera la gente, de todas maneras se debía de respetar a los demás por lo que eran y no por lo que pudieran tener.
En eso iban sus pensamientos cuando de repente vio la entrada de la finca en la cual tenía el viñedo, era demasiado hermoso el paisaje, era lo único que lo mantenía en pie, siendo que era su mayor orgullo, y es que los vinos eran demasiado buenos, de eso era más que consciente, así que una vez más se sentía inspirado por este.
Se adentró en la fábrica y entonces vio a su querido personal, el cual como siempre lo saludó con toda la cortesía que se podía tener para que se sintiera cómodo. Su mano derecha, Parker, era uno de los hombres más brillantes a los que había conocido, de manera tal que este siempre se encontraba en posición de ayudar a su jefe, sabía cuál era su lugar y le gustaba mucho estar allí.
Como siempre, la idea era que se estuvieran un rato preparando lo que la gente podría pedir en el viñedo, ya que el vino que se hacía allí era de degustación, acompañado por un muy rico queso que hacía la diferencia en una degustación como esa. También tenían del tipo champanizado, así que daban visitas guiadas para que las personas que quisieran conocer el proceso de hacer vino tuvieran un rato diferente en lo que era la rutina de la vida, la cual podía ser un tanto agotadora a veces.