El bosque estaba envuelto en un silencio inquietante, roto solo por el murmullo del viento entre las ramas y el crujir ocasional de hojas secas bajo las patas de Aiden. Como alfa de los Sangreluna, su presencia irradiaba autoridad y fuerza, pero esa noche, una sensación extraña lo seguía, como una sombra que no podía sacudirse. La luna llena brillaba intensamente en el cielo despejado, un presagio que no pasaba desapercibido para un lobo como él.
Aiden se detuvo al borde del claro donde su manada esperaba. Habían pasado semanas planeando la defensa del territorio. Los Sombraviento, la manada enemiga, no habían cesado en su intento de cruzar los límites. En el pasado, los enfrentamientos eran brutales, sangrientos, y él siempre había liderado a los suyos con el propósito de protegerlos. Pero esa noche, algo era distinto. La luna parecía más cercana, sus rayos más penetrantes, como si estuviera tratando de decirle algo.
-Alfa -llamó Caleb, su beta, acercándose con cautela-. El patrullaje está completo. No hay señales de movimiento en el perímetro.
Aiden asintió, pero no dijo nada. Su mirada seguía clavada en el cielo, en la luna que parecía observarlo con insistencia.
-¿Algo anda mal? -preguntó Caleb, con el ceño fruncido.
-No lo sé -murmuró Aiden, entrecerrando los ojos-. Solo... tengo una sensación.
***
En el otro extremo del bosque, Lyria Sombraviento caminaba sola bajo la misma luna, sus pensamientos llenos de frustración. Su padre, el alfa de su manada, había insistido en que era hora de que asumiera un papel más importante en los conflictos con los Sangreluna. Pero ella no quería ser una pieza más en esa guerra interminable.
Lyria levantó la vista hacia la luna, buscando consuelo en su brillo. Siempre había sentido una conexión especial con ella, como si fuera una guía en la oscuridad. Pero esa noche, el brillo lunar parecía diferente, más intenso, y una inquietud inexplicable se instaló en su pecho.
-¿Qué quieres de mí? -susurró, más para sí misma que para la luna.
Un aullido resonó en la distancia, profundo y resonante, haciéndola detenerse en seco. No era un aullido cualquiera. Había algo en él, una intensidad que hizo que su corazón se acelerara.
-Lyria -llamó una voz detrás de ella. Era Kieran, el beta de los Sombraviento-. Tu padre te está buscando. Dice que necesitamos planear el siguiente movimiento.
Lyria apretó los dientes, intentando contener su frustración. No era que no quisiera proteger a su manada, pero estaba cansada de vivir bajo el peso de un odio que no había elegido.
-Dile que voy en un momento -respondió, sin apartar la vista de la luna.
***
El destino quiso que Aiden y Lyria se encontraran esa noche, en un punto neutral del bosque que ninguno de los dos había planeado cruzar.
Aiden sintió su presencia antes de verla. El aire cambió, cargándose de un aroma que no pudo ignorar. Era dulce, embriagador, como una mezcla de flores silvestres y la tierra después de la lluvia. Su lobo interior se agitó, inquieto, y un instinto primitivo lo llevó a seguir el rastro.
Cuando la vio, fue como si el tiempo se detuviera. Estaba de pie bajo la luz de la luna, su cabello oscuro cayendo en cascada sobre sus hombros, y sus ojos brillaban con una intensidad que lo dejó sin aliento. Era hermosa, pero más que eso, algo dentro de él sabía que ella era diferente.
Lyria también lo sintió. Al principio, pensó que era un enemigo, y su cuerpo se tensó en preparación para luchar. Pero cuando sus miradas se encontraron, todo cambió. Un calor inexplicable recorrió su cuerpo, y su lobo interior, normalmente reservado, rugió con fuerza.