La oscuridad envolvía el lugar, un sótano mal iluminado donde el aire estaba impregnado de un olor a humedad y miedo. Claudia, con las manos atadas y una venda cubriendo sus ojos, sentía cómo su corazón latía con fuerza. Había sido una noche normal, una exposición de arte que prometía ser el inicio de su carrera, pero ahora se encontraba atrapada en una pesadilla de la que no sabía si podría despertar.
Un murmullo de voces masculinas resonaba a su alrededor, y el sonido de un martillo golpeando una mesa la hizo estremecerse. La subasta había comenzado.
-¡Damas y caballeros! -gritó una voz grave, llena de autoridad-. Bienvenidos a la subasta más exclusiva de la noche. Hoy, tenemos una pieza única: una joven artista, capturada en su mejor momento. ¡Claudia!
La venda fue retirada de sus ojos, y la luz la deslumbró momentáneamente. Al abrirlos, vio un grupo de hombres en trajes oscuros, sus rostros ocultos en sombras, pero sus miradas eran claras: eran depredadores, y ella era su presa.
-¿Quién se atreve a ofrecer por ella? -preguntó el subastador, con una sonrisa que no prometía nada bueno.
Claudia sintió un nudo en el estómago. La idea de ser tratada como un objeto, como un mero artículo en una venta, la llenaba de horror. Intentó gritar, pero un hombre robusto la sujetó con fuerza, silenciando su voz.
-¡Mil dólares! -gritó un hombre desde el fondo de la sala.
-¡Mil dólares! -repitió el subastador, como si fuera un juego. La tensión en el aire era palpable.
-¡Dos mil! -respondió otro, con una risa burlona.
Claudia se sintió enferma. Cada oferta era un recordatorio de su impotencia, de su vulnerabilidad. La subasta continuó, y las cifras aumentaban. Tres mil, cinco mil, diez mil. Cada número era un golpe en su pecho, un recordatorio de que su vida estaba en manos de desconocidos.
-¡Quince mil! -gritó un hombre con voz profunda y autoritaria. Claudia no podía ver su rostro, pero la forma en que hablaba imponía respeto y miedo.
-¿Alguien ofrece más? -preguntó el subastador, mirando a su alrededor.
El silencio se hizo presente, y Claudia sintió que el tiempo se detenía. La tensión era insoportable. ¿Quién era ese hombre que había ofrecido tanto? ¿Qué quería de ella?
-¡Veinte mil! -gritó el mismo hombre, su voz resonando con una mezcla de poder y deseo.
El subastador sonrió, como si supiera que había atrapado a todos en su juego. Claudia sintió que su corazón se hundía. No podía permitir que esto sucediera. Tenía que luchar, tenía que encontrar una manera de escapar.
-¡Veinticinco mil! -gritó un nuevo postor, pero la voz del misterioso hombre resonó de nuevo.
-¡Un millón! -dijo, y el silencio se apoderó de la sala. Todos los ojos se volvieron hacia él, y Claudia sintió un escalofrío recorrer su espalda.
El subastador, sorprendido, miró a su alrededor. Nadie se atrevió a competir con esa oferta.
-¡Vendido! -anunció, y el eco de su voz resonó en el sótano como un veredicto de muerte.
Claudia sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor. El hombre que había ofrecido más se acercó, y ella pudo ver su figura imponente. Era alto, con una presencia que intimidaba. Sus ojos, oscuros y profundos, la miraban con una mezcla de interés y posesión.
-Bienvenida a tu nueva vida, Claudia -dijo con una voz suave pero firme, como si ya la conociera.
Ella tragó saliva, sintiendo que su libertad se desvanecía. En ese momento, supo que su lucha apenas comenzaba. ¿Podría encontrar la fuerza para resistir a este hombre que la había comprado como si fuera un objeto? La respuesta estaba en su interior, y estaba decidida a descubrirla.
***
El aire en la sala se volvió denso, casi irrespirable. Claudia se sintió atrapada entre la desesperación y la furia. Se obligó a mirar a su captor, aquel hombre de mirada intensa que la había comprado por una suma exorbitante. Era un magnate, no había duda. Su porte era el de alguien que siempre había tenido el control, y ahora, ella era parte de su colección.
-¿Cómo te sientes, Claudia? -preguntó Jonathan, su voz resonando en el silencio. Había un tono en su pregunta que la hizo estremecer. Era una mezcla de curiosidad y posesión.