—¡Hola señorita! ¿Cómo está? ¿En qué puedo ayudarla? Puede contarme lo que usted desee, teniendo la plena convicción que aquí es un espacio seguro donde podemos salir delante de aquello que nos atormenta. ¿Cómo te llamas?
Sin duda eran palabras muy convincentes de parte de la Psicóloga, así que me presente. —¡Mucho gusto! Mi nombre es Chelsea, ¡Así como usted también soy Psicóloga! Solo que no he podido superar mi adicción y me es muy difícil afrontar mis problemas.
—¡No te preocupes Chelsea! ¡Todos hemos pasado eso por algún momento en la vida, por lo que todos necesitamos ayuda en algún momento! ¿Acaso has visto un peluquero quitarse sus propios cabellos? Siempre necesitamos de alguna mano amiga que nos ayude.
Sinceramente no sabía cómo responder a su pregunta, por lo que me limite a responder. —¡Comprendo tu punto de vista! Solo espero que no me corras de aquí, así como lo hizo la anterior Psicóloga sexual que visite.
—¡Adelante! Puedes contarme lo que quieras, ¡Créeme no eres la única que tiene un problema relacionado con la vida sexual!
En ese punto de mi vida me encontraba dispuesta a dar el paso y comenzar a intentar cambiar esa adicción que no había podido superar en el transcurso de la universidad.
Desde un tiempo me comenzaba a dar cuenta que no era natural ese tipo de adicciones, ¡Por lo que en primera instancia busque ayuda de colegas profesionales con más experiencia!
Durante el transcurso de la universidad, constantemente se me hacía referencia a temas sexuales con las compañeras de habitación. En ese entonces ¡Aun era virgen a mis dieciocho años! Lo que me hacía sentirme diferente con las demás tras escucharlas hablar de las aventuras que mantenían por las noches en los espacios oscuros y otras directamente en las casas de los campus de los varones.
Durante una reunión de compañeras, una de ellas me preguntó. —Chelsea. ¿Cuando fue tu ultima vez?
Me sentí atemorizada en ese instante, por lo que respondí con timidez. —¡Perdón! Es que la verdad no soy muy participe de interactuar contando esos temas íntimos, que para mí son especiales.
Las risas no se dejaron de escuchar entre ellas, aduciendo que no deseaba hablar al respecto debido a que, de seguro no tenía experiencia en el tema, siendo esa la verdad. No tenía experiencia alguna con un hombre en específico, pero desde pequeña tras descubrir a mis padres teniendo sexo por las noches, constantemente pasaba por la puerta de la habitación de mis padres para escucharlos gemir y gritar.
Eso comenzó a despertar el interés interior sexual, por lo que a mis doce años estando en edad de desarrollo, en secreto con un primo le solicité que me dejara observar su viril.
El rostro de sorpresa no dejó de provocarme risa en ese momento, entonces me respondió. —¡No prima! ¿Cómo crees que voy hacer eso? Mi padre me ha enseñado que es una parte privada y debo evitar enseñarla en público.
Era más que obvio que en especial sentía curiosidad por ver directamente uno que fuese el de mi padre, por lo que le pregunté. —Pero ¿no me digas que no te da curiosidad saber que puedes hacer con él? O ¿Acaso si lo sabes? ¡Porque yo sí sé que se puede hacer!
—¡Si prima! La educación sexual me la han enseñado en casa, pero no debemos de hablar estas cosas.
Fui muy insistente y volví a pedírselo. —¡Solo enséñamelo una vez! Si no, diré que quisiste abusar de mí.
Era demasiada mi curiosidad por lo que estaba intentando intimidarlo, porque era dos años mayor. En ese momento llegó a pensar que me creerían más por ser mujer y menor que él. Fue la primera vez que aprecie lo que era un viril de varón, desde entonces fue en aumento el deseo por querer ver y tocar uno al que pudiera tener entre mis manos.
Antes de sufrir directamente de la adicción al sexo. ¡Por qué era evidente que aún no había probado sexo con nadie! No exactamente sexo entre genitales.
Desde ese momento comencé a ahondar más en el tema y buscar toda clase de material que me orientara y diera la mayor información posible para satisfacer y encontrar satisfacción propia.
Tras varios intentos con mi primo, solo llegamos a que me deslizara por todo el cuerpo su hermoso viril. Era excitante cuando pasaba rozando mi vulva y parte de mi trasero con su viril. ¡Cuántas veces no desee que lo introdujera! Pero me daba temor llegar a algo que me arrepintiera después, por lo que solo lo complací con orales y mi primo se derramaba en mis pechos o en mi garganta.
Luego de esas experiencias con mi primo, en la universidad tras escuchar constantemente esas conversaciones por las noches experimentaba sueños húmedos que lograba esconder muy bien ante las demás universitarias. No sería hasta que el único chico me llamo realmente la atención que pertenecía al equipo de lucha olímpica de la universidad.
Constantemente asistía a los entrenamientos para ver los cuerpos y como se les marcaba la entrepierna a los luchadores olímpicos. Alguno lograba en sobremanera llamar mi atención mientras que otros simplemente no llenaban el traje que utilizaban, lo que los hacia quedar fuera de mis expectativas en concreto.
El joven que había llamado mi atención en específico, se acercaba de vez en cuando, no me era indiferente y le sonreía constantemente, pero mirándole fijamente la entrepierna a lo que el comprendió que eso era lo que andaba buscando.
Mientras nos observamos, se atrevió ir más allá del asunto y me preguntó. —¡Preciosa! ¿Si gustas podemos vernos después de clase? No tengo más nada que hacer. ¿Tendrás tiempo para verte conmigo?
Entonces mi respuesta fue inmediata. —¿Cómo no voy a tener tiempo? Te espero en la fuente central
Sin dudarlo me respondió con premura. —¡No vayas a faltar! ¿Cuál es tu nombre? Hermosa.
El muy desgraciado no sabía ni mi nombre y ya me iba a entregar a su deseo, pero entonces le respondí con una sonrisa pícara. —¡Chelsea! Sin duda ahí estaré ¡No vayas a faltar!
De esa manera comencé a desatarme con la Psicóloga, esperando que en esta ocasión mencionara algo realmente relevante que me ayudara con lo que consideraba que era un verdadero problema en mi vida.
—¡Así es Doctora! Cuando observé a ese chico, me llené de deseo por estar de inmediato con él. Su cuerpo era súper atlético y sus músculos sobresalían de su traje. Su entrepierna se veía muy grande o al menos se notaba que tenía un viril que era capaz de satisfacer a una mujer con facilidad.
—Pero, si eres consiente que grande no siempre significa placer. ¿verdad? —Me preguntó la Psicóloga
—¡Si claro Por supuesto! Pero eso exactamente no lo sabía ese día que había quedado con el chico del traje azul.
Se notaba ansiosa en saber mis detalles, por lo que mencionó en ese instante. —¡Continua! Es muy importante que no omitas los detalles, porque de ellos radica el ¿Por qué de tu adicción?