Hoy cumplo diecinueve años, debería estar feliz, pero no puedo porque sé que es cuestión de semanas para que me case con Vladimir. Solo con pensarlo me da asco; las leyes, hablemos de leyes, ¡son un asco! ¿Por qué permiten que una niña se casé?
"América, ya no eres una niña, ya eres adulta" si, es verdad, pero una adulta con problemas, sin dinero y chantajeada por mi madre.
Los matrimonios con tanta diferencia de edad, debería ser ilegal; tendría lógica si fuera alguien al menos de treinta años pero, este tipo me lleva como cincuenta años, cuando yo nací, probablemente él ya era abuelo.
"¡Aja, América, y los que si se aman de verdad, no tendrían derecho a casarse" ¿por qué tengo un bendito "yo" interior que me hace replantearme las cosas, pero aún así, me niego a creer que una jovencita de mi edad, se enamore de alguien que tiene cincuenta años.
—Soy Kelly —grita mi cuñada, mientras toca la puerta de mi habitación, provocando que mi corazón palpite fuerte, ya que estaba perdida en mis pensamientos, distraída analizando cosas y hablando mentalmente conmigo misma.
—Pasa —gritó yo también.
Me estoy maquillando para bajar a la fiesta de cumpleaños que mi adorada madre organizó para mi, "eso ante la gente" pero en realidad es para que conviva más tiempo con ese viejo verde; sí de algo estoy segura, es de que él patrocino esta gran fiesta.
—América, niña bella —se sienta a mi lado y me acaricia el cabello—. Sabes, Por mí no hay problema; cásate con Oliver —sus palabras me muestran que no estoy equivocada con ella, es una excelente persona y solo espero que Oliver sepa valorarla.
—No puedo, porque sé que después de eso la gente no lo va a mirar con buenos ojos y eso le puede afectar a su empresa y negocios —me pongo un poco de labial rojo—, estaré bien —le sonrió, no quiero que las personas que quiero, tengan problemas por mí, sola saldré de esto.
"Si algo tengo claro es de que hay mujeres en peor situación y salen adelante".
—Eres fuerte, ya sabes que no estás sola, nos tienes a tu hermano y a mí —me besa la frente.
—Gracias —nos damos un fuerte abrazo.
—Me voy, y apúrate que todos están preguntando por ti, además, ya vino esa tú amiga rara, la tatuada, que no sé cómo se llama —se levanta Kelly de mi lado.
—Larissa.
—Si esa, apúrate —sale de mi habitación y tengo ganas de llorar, pero ya lloré suficiente, no lloraré más, menos en este día.
Mi objetivo de esta noche y de todo el tiempo que pase casada, es aparentar ser fuerte ante ese viejo verde, no quiero que en mí, mire debilidad.
Maquillaje ligero, peinado sencillo que consiste en una trenza y un vestido ajustado a mi cuerpo. Es color rojo, largo y con un escote en la espalda. Lo eligió Bárbara disque para “mostrar el producto al comprador”, me pongo mis tacones negros y salgo de la habitación; bajando las escaleras, sonrió al ver a Larissa esperándome pero también coqueteando con un chico. Es típico de mi amiga, ya quisiera ser más como ella, porque quizá si hubiera perdido mi virginidad, no me estuvieran vendiendo.
—¡Amiga, que guapa! —exclama Larissa, al verme—, eres tan bella —suspira y yo pienso que es una exageración—; mira —me señala al joven—, él es Jader, un amigo que acabo de conocer.
—¡Hola! —lo saludo de beso en la mejilla.
Él chico es simpático, pero no me siento muy cómoda con la forma en que me mira, lo hace como si quisiera comerme y hace tan solo segundos estaba coqueteando con Larissa, lo que no habla muy bien de él.
—Hola, soy amigo de tu hermano —informa el tipo, en forma de saludo y presentación.
—América —se aparece mi madre en el momento menos deseado—, te he buscado hasta debajo de las piedras, Vladimir te quiere ver —me tomó de mi mano derecha y me conduce hasta el salón principal—. Vladimir —saluda al viejo asqueroso—, mira quien ha venido a saludarte —me señala a mí y yo hago una cara de fastidio, quiero dejarle ver a cada instante que no me gusta y que lo único que provoca en mí, es asco.
—Hola, niña linda —toma mi mano y la besa; la apartó bruscamente y la limpió delante de sus ojos.
—¡Qué asco! —susurró, pero algo fuerte para que me escuchen.
—Que no se te olvide que pronto serás mi esposa —él viejo ríe de manera cínica.
Es gordo y muy blanco, cabello castaño y usa lentes; también es muy bajo de estatura; es feo, yo lo veo feo y esto que siempre he dicho que no hay persona fea, solo diversidad de belleza pero este tipo si es feo.
—¿Cómo se siente comprar?...
—¡Cállate! —me interrumpe Bárbara—, respeta a tu prometido.
—Déjala, Bárbara —habla el viejo ¡maldito!—, a esta potra yo la domo, espera que me la monte.
Nunca en mi vida había tenido tanto asco, solo de pensar a este viejo besándome, tocándome, me da náuseas y lo peor de todo es que es un viejo vulgar, corriente y abusador. He leído novelas donde las venden a hombres atractivos y terminan en un solo amor, pero ya veo que eso solo pasa en las novelas porque la vida real es diferente; cuanto quisiera que me vendieran a un hombre simpático en todos los aspectos o al menos que fuera linda persona pero es que nadie que sea bueno, va a comprar una virginidad.
—Madre —me dirijo a Bárbara que a pesar de todo, le habló con hipocresía, un día le haré pagar todo y cada una de las cosas que me está haciendo pasar—. ¿Me das permiso de tomarme una copa?
—Claro cariño, pero promete que tratarás mejor a tu futuro esposo.
—Prometido mío, prometo tratarte mejor —me dirijo a Vladímir con una notable falsa amabilidad, él solo sonríe.
—Serás fácil de domar, mi niña —él viejo me toma del mentón—; si te portas bien, te va a ir bien.
—Con permiso —le tomo la mano y se la alejo de mi cara.
Literalmente siento asco, es literalmente, pero sé que con un trago se pasará. Mientras el joven que atiende el bar, me sirve el trago, lo miro y puedo aceptar que es bastante atractivo, "debía perder mi virginidad con alguien como él", pero no, la vida es injusta.
No me importaría perder mi virginidad sin amor, ya que para mí, eso no tiene importancia, la primera vez solo es la primera de tantas, no le veo lo especial pero quisiera que fuera con alguien que me guste; o sea, yo pienso que todas las veces debe ser con alguien que te guste.
—Gracias —dijo, tomando la margarita como limonada, de la desesperación que siento, el alcohol ayuda un poco a pasar el mal sabor de boca que me deja ver a mi prometido.
—Alguien quiere tomar hasta perder la conciencia —Larissa se acerca a mí.
Ella anda con un vestido muy corto y ajustado a su figura; tacones de aguja; el cabello suelto y perfectamente alisado. Mi amiga no es lo más bonito que se pueda ver en las calles, pero tiene lo suyo. Es delgada, mucho para mí gusto; es alta, tiene buenas nalgas y tetas conforme su cuerpo; tiene unos labios carnosos al igual que yo y unos ojos de asiática ya que su papá es surcoreano y su mamá, estadounidense.
—Solo quiero olvidar por un rato mi vida de mierda —confieso—, otra por favor —le pido al joven.
—Pues estás así porque quieres, yo ya te dije —toma de su copa, veo que está con un martini, yo imito su gesto y le doy un trago a mi margarita—, escápate de este lugar.
—¿Para dónde voy a ir? Dime, nunca en mi vida he trabajado. ¿Quién querrá darme empleo? No sé hacer nada —me tomo lo que queda de mi margarita esperando encontrar una respuesta en el último trago.
Si en el cielo hay un dios, este sabe que he buscado empleos pero nadie me da, porque piden experiencia y en los que no, pagan tan poco que no podría vivir.
—Perdón amiga —pone cara de pena—, no sé qué decirte.
—No digas nada —la interrumpo—; saldré bien, solo tengo que aguantar a ese viejo asqueroso hasta que tenga dinero y me pueda divorcio y le saco dinero, a todo esto, le sacaré provecho —llamó al mulato con la mano, él de inmediato se acerca a nosotras, le señaló las copas vacías, entiende la señal y pronto tenemos nuestra ronda de vuelta.
—Hermanita —veo a Oliver acercarse a nosotras, me abraza y besa la frente—, te amo.
—Yo también te amo —lo abrazo fuerte.
—Larissa, te robaré a mi hermana un momento —mi hermano se dirige a Larissa quien sonríe y asiente.
Camino con Oliver que me conduce hasta el comedor, pasamos por la cocina y llegamos al cuarto de lavado.
—Dime, ¿qué pasa?
—Hablé con Kelly sobre...