*AYLA*
Estaba caminando en los pasillos del palacio como de costumbre admirándolo con detenimiento, el castillo era inmenso y sus paredes eran de fino mármol pulido, repletas de hermosos cuadros y bellas decoraciones lunares. Estaba demasiado aburrida así que decidí dirigirme a la escalera que llevaba al área en donde se encontraba mi alcoba, cuando entre tome una capa de mi armario para cubrirme del fuerte frio y nieve que hacia afuera, no era como si me molestara el frio, al contrario me encantaba. En mi reino la estación del año que predominaba era el invierno, en donde todo alrededor se teñía de un hermoso blanco, los árboles se secaban y los ríos y lagos se cubrían de una gruesa capa de hielo en donde me encantaba patinar.
Hace mucho tiempo que no intentaba salir fuera de los límites del castillo ya que mi reino estaba en guerra con el reino de Goldenfire, no tenía muchos conocimientos acerca del porque inicio la guerra pero no había señales de una posible tregua.
Ese reino era conocido por ser un reino muy fuerte y poderoso, en donde habían magos muy poderosos y fuertes, pero entre todos ellos el más fuerte de todos era su rey, alrededor de él había un gran misterio ya que ni su misma gente sabía su nombre, pero todos sabían de su gran fiereza y fuerza.
Es un rey muy cruel y ambicioso, sediento de poder. El cual más de una vez ha intentado atacar a mi reino en múltiples ocasiones, sin éxito alguno debido a la barrera que existe alrededor de mi reino.
Ya estaba cansada de estar encerrada y sentía que en cualquier rato iba a enloquecer así que haría cualquier cosa por salir de este lugar.
Me escabullí y salí sin que me vean los guardias, mi padre siempre insistía en que debía salir con ellos para que me protejan aunque yo insistía que podía cuidarme sola.
El salir fue algo difícil esta vez ya que había guardias por todos lados cubriendo las puertas principales del castillo y sobre todo el ala en donde yo dormía, pero yo conocía el palacio mejor que ellos , no era la primera o la última vez que me escapaba, ya conocía todo el lugar a la perfección, me adentre en el frio y blanco bosque en donde cualquier persona podría perderse, y lo digo con experiencia ya que me perdí como mil veces antes de aprender bien el camino. Iba distraída observando el bello paisaje nevado, era un lugar increíblemente bello con pinos de más de tres metros de altura, casi a orillas del bosque había un gran rio congelado por el clima, cerca al rio vi a un hombre que parecía muy mal herido. Desenvaine mi espada, por si la persona que le causo tales heridas a ese hombre seguía cerca, ya que no quería terminar igual y me acerque lentamente.
¿Te encuentras bien?- Le pregunte a aquel hombre, mientras me acercaba aun con cautela con la espada en mis manos, agradeciendo de que estaba inconsciente y que no pudo escucharme. Más bien ya que es una pregunta muy estúpida si ves a alguien que se está desangrando.
Al acercarme lentamente y tomar su pulso me di cuenta que seguía vivo aunque al borde de la muerte mire con detenimiento su pecho y vi el escudo que había en su armadura, justo en su pecho, era del reino de ‘’GOLDENFIRE’’ era un hombre muy guapo aparentemente de unos 25 a 30 años, de cabello castaño claro que le llegaba hasta los hombros, una fuerte mandíbula, pómulos marcados, una barba de pocos días y una cicatriz en su ceja derecha que le llegaba hasta el inicio del pómulo, mientras me decidía a donde llevarlo para atender sus heridas me acorde de una pequeña cabaña no muy lejana, que le pertenecía a unos campesinos que se mudaron durante una de los tantos ataques del rey de Goldenfire.
Levante a aquel hombre como pude y lo puse sobre una camilla improvisada que hice con mi capa y una rama que encontré cerca, lo arrastre con dificultad ya que era demasiado pesado y era muy alto…
Una vez en la cabaña lo acomode en la cama, le saque su armadura y seguí atendiendo sus heridas con un botiquín que encontré, cosí su herida pero su piel estaba muy pálida, tenía mucha fiebre y la herida no paraba de sangrar, levante su camisa blanca que ahora era carmín, la herida era profunda en su flanco izquierdo pero no había perforado ninguno de sus órganos así que solo lo tenía que cocer y bajarle la fiebre.
Lo cosí y use mi magia de hielo para bajar su fiebre, lo arrope y fui al huerto para sacar algunas verduras y prepararle una sopa, una vez hecha la sopa me senté en un sofá cercano y lentamente me fui quedando dormida.
*ALEXANDRO*
Me desperté con un horrible dolor de cabeza y todo me daba vueltas, no reconocía el lugar en el que me encontraba, lo último que recordaba era que un soldado del rey Magnus me había herido de gravedad y me había dejado moribundo como si fuera una escoria.
Trate de sentarme pero estaba tan mal herido y había perdido tanta sangre que me resultaba imposible, sentí un delicioso aroma y me senté como pude, gire mi cabeza hacia dónde provenía aquel delicioso olor y al hacerlo vi a una mujer muy hermosa, la más bella que había visto en mi vida, su cabello era largo de color negro azabache con blanco en las puntas y rizado, su piel era blanca al igual que la nieve y sus labios eran casi tan rojos como una manzana, sus mejillas eran de un rosa pálido y el escudo en su capa me alarmo ya que era el escudo de Moonligth, aquel bello ángel era mi enemiga por naturaleza. SÍ se supone que tenía que odiarla ¿Por qué me parecía el ser más hermoso en el mundo? Al parecer mi mirada era tan profunda que la desperté, sus ojos eran grandes de color marrón casi negros y su apariencia era la de una muñeca de porcelana.
• ¡Oh! Qué bueno despertaste.- Me dijo mientras me dedicaba la más bella de las sonrisas.