Pasaban de la tres y cuarenta de la tarde cuando Kate Walker, se detuvo frente al enorme edificio, el día estaba resultando agitado y muy caluroso, luchaba contra la sensación de que la camisa bajo su chaqueta se estaba pegando a su piel, su Jefe, el Licenciado Edward Álvarez, la había enviado a aquella reunión, en representación suya, temblaba internamente porque sabía que aquella era una reunión importante, pero en vista de que Edward se encontraba incapacitado para desplazarse, la había enviado.
Steven Jones, era el nombre del cliente de Edward, ya le conocía. Había asistido a Edward en algunas reuniones con él, ahora estaba sola. debía entregar la documentación, y quedarse en la reunión, tomar anotaciones y redactar una minuta que entregaría a Edward para redactar los acuerdos contractuales entre ambas partes.
Nervios.
Era lo que sentía, ella una joven con poca experiencia en el Bufete Álvarez, sentía que aquella responsabilidad era enorme. Pensaba en qué sería de su vida al tener que asistir a tribunales a litigar, y si, es que la universidad es maravillosa y adquieres mucho conocimiento, pero que difícil es llevarlo todo a la práctica y hacerlo bien, así que con el título en mano, te preguntas; ¿Qué debo hacer?, ¿Cómo ser un profesional exitoso?, es una continua lucha de aprendizaje, un ensayo y error, era precisamente por eso que Álvarez había estado feliz de darle una oportunidad para desarrollar sus habilidades, gracias a que aprendía rápido y era lo más eficaz posible con sus actividades, al inicio era constantemente evaluada, para asegurarse de que estuviese haciendo todo bien, con el paso de la semanas y luego meses, Edward Álvarez la había tomado bajo su protección, con la finalidad de capacitarla en la práctica, y hacer de ella una excelente profesional, según su propia apreciación Kate Walker, tenía madera de abogada exitosa.
Aquella opinión de su jefe la llevaba a querer esforzarse cada vez más, como muestra de gratitud hacia la fe que él le tenía.
—Puedes hacerlo bien, Kate—se dijo suspirando—solo debes parecer profesional, tomar tus apuntes y asegurar un contrato que establezca los acuerdos pactados—se dijo— puedes hacerlo bien, no temas— luchaba por darse ánimos y no desmayar.
Quizás lo que le tuviese nerviosa era desconocer quién era la otra parte implicada en las negociaciones, conocía a Steven Jones, pero no tenía idea de quien estaba por convertirse en su socio. Según Edward, era un hombre extranjero y muy importante.
—A lo que vinimos— se dijo y entró al edificio, se anunció y la recepcionista le entregó un pequeño carnet que la identificaba como una visitante, la envió al piso veinte y allí estaría la secretaria del señor Jones. Hizo el trayecto en silencio y en cuanto estuvo en el piso indicado, se identificó nuevamente con la secretaria presente, quien le informó que Jones le esperaba.
Steven Jones, un hombre alto, rubio, joven, elegante, un hombre que había heredado negocios importantes tras la muerte de su padre, era un hombre impresionante, pero ella le conocía, lo suficiente como para estar tranquila en su presencia.
—Bienvenida, Álvarez me informó del infortunio, ha sido una triste noticia.
—Afortunadamente no pasó a mayores, una pierna fracturada a la que debe ponerle cuidado.
—Pudo ser peor— agregó Jones.
—Así es, pudo ser mucho, mucho peor. — ratificó la observación del hombre.
—A pesar de la mala situación, me alegra tenerte aquí, siempre es bueno recibirte— señaló una silla de la sala de reuniones— ¿Deseas tomar algo?, esperemos un poco mientras llega Di`Arcangelo.
Di` Arcangelo, así que ese era el nuevo socio, resultaba un apellido odioso y hasta pomposo.
¿Un arcángel?
Quizás un diablo vestido de ángel.
—Solo un vaso con agua Jones, el día resulta caluroso.
—Podríamos traerte una limonada con mucho hielo— se ofreció amablemente.
—Esa idea me agrada, con poca azúcar— el hombre se encargó de pedir la bebida, mientras se sentaba en el asiento junto a ella.