El Precio de un Corazón

El Precio de un Corazón

Gavin

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El funeral de mi padre, un respetado guitarrista de flamenco, era un día de dolor y silencio en Sevilla. Mientras ajustaba su camisa blanca en el ataúd, una fina cicatriz roja en su pecho me heló la sangre: era quirúrgica y fresca. Mi padre murió en un accidente, sin tiempo para cirugías. La verdad llegó con un mensaje de texto brutal: "El corazón de tu padre fue donado. Consentimiento firmado por Mateo Vargas, familiar más cercano". Mateo, mi prometido de seis años, el hombre por quien lo dejé todo, había entregado el corazón de mi padre a Carmen, mi mejor amiga. «Carmen lo necesitaba», dijo él con descaro, «su corazón estaba fallando y lleva a mi hijo en su vientre. Necesitaba ese corazón para sobrevivir». Mi mundo se hizo pedazos: mi padre, mi prometido, mi amiga... todo era una mentira, y él pretendía que aceptara a su bastardo. Cuando cancelé la boda, su respuesta fue arrastrarme y arrojarme a la oscura y asfixiante bodega, la peor de mis pesadillas. Emergí, empapada y cojeando, solo para escucharlos burlarse de mí y su promesa de que "dependerá de mí y aprenderá". La humillación hirvió en mis venas, pero la impotencia de la justicia "normal" me asfixiaba. Un solo número brilló entonces en mi mente, uno que juré jamás volver a marcar. Javier, el Patriarca, el hombre al que había abandonado por Mateo, era mi única esperanza, aunque el precio fuera un juramento de boda que cambiaría mi destino para siempre. «Me casaré contigo», le respondí, mi voz firme, mientras la oscuridad de la habitación de mi padre sellaba el pacto.

Introducción

El funeral de mi padre, un respetado guitarrista de flamenco, era un día de dolor y silencio en Sevilla.

Mientras ajustaba su camisa blanca en el ataúd, una fina cicatriz roja en su pecho me heló la sangre: era quirúrgica y fresca.

Mi padre murió en un accidente, sin tiempo para cirugías.

La verdad llegó con un mensaje de texto brutal: "El corazón de tu padre fue donado. Consentimiento firmado por Mateo Vargas, familiar más cercano".

Mateo, mi prometido de seis años, el hombre por quien lo dejé todo, había entregado el corazón de mi padre a Carmen, mi mejor amiga.

«Carmen lo necesitaba», dijo él con descaro, «su corazón estaba fallando y lleva a mi hijo en su vientre. Necesitaba ese corazón para sobrevivir».

Mi mundo se hizo pedazos: mi padre, mi prometido, mi amiga... todo era una mentira, y él pretendía que aceptara a su bastardo.

Cuando cancelé la boda, su respuesta fue arrastrarme y arrojarme a la oscura y asfixiante bodega, la peor de mis pesadillas.

Emergí, empapada y cojeando, solo para escucharlos burlarse de mí y su promesa de que "dependerá de mí y aprenderá".

La humillación hirvió en mis venas, pero la impotencia de la justicia "normal" me asfixiaba.

Un solo número brilló entonces en mi mente, uno que juré jamás volver a marcar.

Javier, el Patriarca, el hombre al que había abandonado por Mateo, era mi única esperanza, aunque el precio fuera un juramento de boda que cambiaría mi destino para siempre.

«Me casaré contigo», le respondí, mi voz firme, mientras la oscuridad de la habitación de mi padre sellaba el pacto.

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