El amor y el odio, son caras de la misma moneda... Alessandro Stracci, un poderoso capo, cuya guía en la vida es la venganza, caerá rendido ante el único sentimiento que ciega hasta al más poderoso de los hombres: El amor. Junto a Fiorella, una joven doctora, iniciará un camino tortuoso, colmado de emociones conflictivas, pero dónde el más visceral de los amores, los consumirá hasta dejar de ellos nada más que las cenizas.
" Que el amor lo es todo,
es todo lo que sabemos del amor"
EMILY DICKINSON.
Cerca del puerto de Génova , 10 de Octubre de 2020.
La tormenta se descargaba con furia esa noche. La tarde había sido caliente y pesada debido a un molesto viento que se levantó presagiando tragedias climáticas, pero él jamás pensó que la tragedia se extendería a su vida y que marcaría el final de un tiempo que fue el más feliz que era capaz de recordar. En esos momentos él, capo di tutti capi de la familia Stracci, recorría las calles aledañas al puerto cómo un perro apaleado rogando por el amor de una mujer que nada quería saber con él.
-¡Capo por aquella calle, Bartolomé acaba de verla!-
Alessandro Stracci, no espero a que su subordinado dijera una sola palabra más, pistolas en manos , se lanzó calle abajo gritando para superar el ruido de la tormenta.
-¡Fiorella , maldita seas , te mataré, juro que lo haré!...¡Sal ahora mismo y lo consideraré!, ¡Fiorella! ...-
La furia lo comía, la garganta le ardía pero más que nada era el odio lo que lo impulsaba a correr cómo un condenado por las calles cubiertas de agua sin obtener un resultado , sin ver ni uno solo de sus cabellos, la muy infeliz era buena para esconderse, pero él era el mejor y ella no escaparía. Se detuvo en seco al escuchar un ruido proveniente de uno de los contenedores cercanos, apunto sus pistolas al cielo y disparo ambas armas cómo advertencia y entonces obtuvo el resultado que esperaba , escucho los pasos rápidos de ella en dirección opuesta a la de él.
-Ya te tengo maldita...-
Alessandro divisó a Fiorella a varios metros de distancia, ella corría descalza y el vestido empapado por la lluvia, se le pegaba al cuerpo marcando su exquisita figura. Un arranque de deseo hizo que apurara el paso y ella que miraba cada tanto hacia atrás mientras corría, se levantó la falda para correr con mayor velocidad.
-¡Ya basta detente o te disparó!– grito él.
Pero ella cobro más impulso, está vez sin girarse ni una sola vez para mirarlo, cosa que hizo que él se enfureciera más, pues que ella le negara el placer de ver su hermoso rostro siempre lo había enfurecido. La furia lo consumió , apuntó y disparó, el ruido de la bala al impactar quedó sofocado por la descarga de un relámpago que tronó e iluminó la noche oscura.
Alessandro que se había detenido un segundo, vio como ella sostenía su hombro derecho que se teñía de rojo con su sangre pero ni aún así ella se detuvo.
-¡Fiorella, la próxima te matará!– dijo él resoplando por la rabia y por el dolor que le provocaba haberla herido.
Ella dobló a toda velocidad en la esquina y él reanudó su trote, sabía a dónde se dirigía, iba directo al barco del hijo de puta de su padre a quien le había pedido ayuda para escapar.
-¡No te salvarás de mi maledetta...acabaré con todos los que te escondan de mi!- grito con toda sus fuerzas.
Cuando doblo por la esquina ella ya estaba subiendo al yate, una escolta de diez hombres armados más dos francotiradores le apuntaban al pecho.
-¡Esto no se terminó Fiorella Di Carlo!-
-¡Sí, sí terminó Alessandro! – dijo ella con aquella voz grave y sensual que lo enloquecía.
El yate salió del puerto y él se quedó allí viendo cómo ella partía, antes de que no pudiera acertar con su puntería, descargo sus dos armas y con maestría le dio a dos de los guardias que cayeron casi al instante de recibir las balas. Uno de los hombres disparo y fue bastante certero, la bala se le incrustó en las costillas y él se agachó por el impacto pero volvió a enderezarse para obtener el último vistazo de ella que se cubría la boca con las manos para no gritar, mientras varias lágrimas que eran lavadas por la lluvia se escurrían por su rostro.
Alessandro corrió hasta el borde del embarcadero y desde allí, sujetando sus costillas que le dolían como el demonio, maldijo en voz alta .
-¡Fiorella te encontraré!.... No puedes huir de mí , no puedes huir de nuestra vida...- rendido cayó de rodillas y dejo que la lluvia lo calara hasta los huesos, con la cabeza gacha y una mueca de dolor recordó cómo la había conocido, fue en una noche igual a esa, el cielo estaba negro y cubierto de relámpagos.
Inicio de la primavera, abril 2019.
Un joven aspirante que estaba ansioso por hacerse notar por el nuevo capo di capi corría escaleras arriba hacia el salón de entrenamiento personal del nuevo dueño del Palacete Familiar de los Stracci, una de las familias más poderosas y temidas de toda Italia.
Alessandro Stracci, acababa de tomar la posición de cabeza y guía de la organización familiar, todo el mundo sabía que aunque era muy joven su crueldad y firme temperamento, lo convertirían en un gran líder del clan, no, en realidad haber matado a la mayor parte de sus enemigos era lo que lo había convertido en el nuevo capo de tutti capi.
El muchacho tocó la puerta y se acomodó el saco en espera de que le permitieran la entrada.
-Adelante.– dijeron desde adentro.
El chico abrió la puerta y lo primero que vio fue el caño de un arma apuntándole entre los ojos.
-Eres tú Giulio, pasa y deja de temblar cómo una mujer espantada.- dijo el capo.
Giulio obedeció y con la cabeza gacha le entrego el sobre que traía .
-¿Qué carajo es?– preguntó Alessandro mientras daba patadas y puñetazos a un muñeco de entrenamiento.
-Es de su tío, capo.– contesto el chico con voz aflautada.
Alessandro le clavó tres cuchillos al muñeco de entrenamientos y luego se volteo para sacar la nota de las manos temblorosas del muchacho.
-"La familia te requiere. Recupera unos documentos de manos del clan Verro."-
O´pazz.
Alessandro estrujo la nota y la arrojó a un recipiente, prendió un fósforo y lo hecho dentro, el papel no tardó en arder y convertirse en cenizas.
-Prepara todo, voy a salir. Y Giulio, si no tienes estómago para esta vida te recomiendo que regreses a casa y cuides de tu abuela...Sé que necesitas el dinero para mantenerla, ella fue mi sorellina y jamás la abandonaré, no debes preocuparte por su futuro y sus medicamentos, yo me encargo de todo.– le dijo al muchacho.
-Capo no es por eso, sé que quiere a mi nonna pero deme la oportunidad de servirle.-contesto el chico desesperado.
-Muy bien Giulio está noche tendrás oportunidad de probar tu valor.-
Abandonaron el palacio en plena tormenta, Giulio conducía por las calles estrechas de Génova y apenas tenía un poco de visibilidad. Después de más de una hora al volante, Alessandro le ordenó que detuviera el vehículo y lo esperara allí, en caso de que no volviera él debía ir a avisarle a su tío y si por mala suerte llegaban a dar con él , Alessandro le dejó un arma con una bala y le dijo antes de irse.
-Antes de traicionar a la familia es preferible una bala.-
Giulio asintió tomando la pistola y miró cómo su jefe se alejaba sigilosamente en plena tormenta.
Fiorella limpiaba con esmeró la sala de espera de la pequeña clínica que había heredado de su amado padre, la lluvia caía a raudales y el viento sacudía las ventanas. Miró su reloj, también un recuerdo de Massimo Rossi, su padre, eran las diez; sí que se le había hecho tarde debería pasar la noche en la clínica, aquella zona era peligrosa a altas horas, muchos de sus pacientes venían heridos de bala o con armas blancas, en la zona se conocía muy bien el nombre del clan Verro y de los "negocios" que tenían, su padre siempre le había advertido de los peligros de la zona pero él se había negado a abandonarla, decía que allí había conocido al amor de su vida y que él dedicaría la vida entera a tratar de ayudar a esas gentes. Y así lo había hecho hasta que el cáncer de pulmón lo consumió por completo, y ella pasó a ser nuevamente una huérfana.
Fiorella suspiró con el recuerdo, extrañaba mucho a su padre que llevaba más de un año muerto. Se dirigió al salón principal de la clínica cerró ventanas, apagó luces y se aseguró de dejar la luz del cartel de afuera prendida; de pronto escuchó un ruido estridente que superaba a la tormenta, eran disparos, luego no escucho nada por un rato, se pegó a la ventana levantando levemente la cortina para espiar afuera y allí lo vio, un hombre se agarraba el vientre mientras se afirmaba en el contenedor de basura sanitaria que ella tenía al frente de la clínica. Claramente vio, cuando el sujeto apuntó con una pistola a su sien, ella gritó desde la ventana pero el hombre se desplomó en el piso y perdió la conciencia. Sin pensarlo fue hasta la puerta, se hizo la señal de la cruz y se encomendó a nuestra señora de la guardia.
-Madre mía en ti confío plenamente, ayúdame a ofrecer consuelo al herido.-
Dicho eso, salió a la tormenta a hacer lo que mejor sabía y que su padre le había enseñado desde que tenía memoria, ayudar a los necesitados.
Todo había salido a las mil maravillas, encontrar a Pietro, una rata traidora, no había sido difícil, él muy infeliz creyó que podía vender información de los Stracci a los Verro, esos advenedizos, pero antes de que pudiera entregar nada, Alessandro le había caído encima y lo degolló como a un vil puerco, se limpió la sangre de Pietro en los pantalones Armani y luego le escupió a la cara diciéndole.
-Decidiste morir cómo lo que eras, una rata.-
Cuando se iba con los papeles, dispuesto a volver al auto, tres tipos salieron de frente y supo por el sonido de las pisadas que había más detrás de él. Cálculo rápidamente lo que iba a hacer y se puso manos a la obra, para eso se había entrenado toda su vida, no había nadie que pudiera ganarle.
Deshacerse de los tres primeros fue un juego de niños, los otros no resultaron tan fáciles, una lluvia de balas y una persecución fue lo de menos, lo que resultó peor fue tener que internarse dentro del territorio de los Verro, en dónde ellos disponían de todas sus fuerzas y en dónde tarde o temprano lo encontrarían.
Uno de los disparos que hizo uno de los hombres le dio en el costado, muy cerca del baso, él tenía varios metros de ventaja, había dejado atrás a los tipos, la lluvia resultó beneficiosa para la huida, porque, se había dado cuenta de que aquello no había sido otra cosa más que una emboscada. A lo lejos distinguió, calle abajo un cartel iluminado que decía : "Clínica Nostra Signora della Guardia", miró hacía atrás y no vio señales de los tipos así que corrió lo más rápido que pudo hasta donde estaba el cartel. La calle era oscura y de seguro no había nadie en la clínica, solo un loco se arriesgaría a quedarse allí a tan altas horas de la noche, se apoyo en el contenedor de basura y decidió examinar la herida, era de gravedad y estaba sangrando mucho, a ese paso perdería el conocimiento en cualquier momento y quedaría a merced de los Verro, se bajó la camisa y miro al cielo tormentoso mientras pensaba en voz alta.
-Mamma, papà perdonami non ho potuto finire la mia vendetta ( mamá, papá ,perdónenme, no pude terminar mi venganza).- Luego se santiguo y apuntó con su pistola a la sien.
-¡No! – gritaron desde algún lugar, pero no pudo ver quién, la perdida de sangre hizo que cayera al suelo cómo un costal de papas antes de jalar el gatillo.
Fiorella corrió hacia el tipo, llevaba su maletín en la mano, él estaba estirado en el suelo, y tanto la lluvia como su sangre se congregaban a su alrededor, haciendo uso de su valentía sujetó la pistola y la guardó en su delantal, luego miro a ambos lados de la calle y al ver que no había nadie, sujeto al tipo por las axilas y jalo de él hasta acomodarlo para examinar la herida.
Levantó su camisa y descubrió una herida de bala, era una lesión penetrante y estaba cerca, muy cerca del bazo, necesitaba llevarlo a la clínica para poder tratarlo, presionó la herida para colocar un parche, el sujeto abrió los ojos de par en par y la agarró del brazo con una fuerza inusual para alguien en sus condiciones. Sus ojos eran los de un depredador, pero de un increíble verde mar, tenía pestañas tan ridículamente largas y negras que parecían las de una mujer, lo que suavizaba su mirada tan penetrante, las cejas levemente arqueadas y pobladas, su rostro entero parecía haber sido cincelado por Miguel Ángel o Rafael, y sus labios carnosos y llenos de gotas de lluvia hicieron que perdiera la concentración.
Para Alessandro, que pensó que era uno de los Verro el que lo había encontrado, fue una sorpresa enorme descubrir que tenía las manos de una mujer en su abdomen y no era cualquier mujer, era su madre, ¿Estaría muriendo?...Pestañeo para deshacerse del agua que pugnaba por entrar en sus ojos, al hacerlo vio que no era su madre , la mujer se le parecía mucho, era bellísima, de piel blanca y diáfana, enormes ojos verdes almendrados, labios llenos y una pequeña nariz que completaba el aspecto felino de su rostro.
-Debo llevarlo adentro, por favor ayúdeme, trataré de ponerlo de pie.– dijo ella con una voz que no era para nada aguda, sino todo lo contrario, era firme, clara y de timbre grave cómo la de una locutora. En definitiva, ella era la mujer por la que cualquier hombre perdería con gusto la cabeza.
Alessandro no logró responder porque perdió el conocimiento y se puso blanco como la cera, Fiorella supo que debería llevarlo dentro cómo fuera, él necesitaba una transfusión de sangre con urgencia.
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