CONFESIONES
Helena Cabral estaba haciendo su residencia en el Hospital Clínico Leonardi, para completar sus estudios como médico residente. Al mes de su estadía abrieron un departamento de apoyo para pacientes con problemas psicológicos y los que participaran obtendrían un diplomado en Psicología.
A Helena le pareció una excelente oportunidad, se inscribió y al terminar su turno matutino, pasaba al área de consultas en el horario de una a cuatro de la tarde. Llevaba alrededor de seis meses, el diplomado duraba un año. Incluso gracias a eso, decidió hacer su especialización en Psicología en vez de Cardiología, como su madre quería.
Una mañana salió del área de emergencia y se fue a almorzar al cafetín, allí la estaba esperando su amiga inseparable y colega, Natalia.
—Disculpa la demora Nat, llegó un ingreso de emergencia. ¿Qué me pediste?
—Arroz con filete de atún, se acabó la pasta bolognesa.
—¡Demonios! Con las ganas que tenía de comerla hoy. Y cuéntame. ¿Qué harás esta noche?
—Pues me embriagaré, ¡Hoy es viernes Helenita y mi cuerpo lo sabe y lo ansía!
—Ay Nat no cambias —soltando una carcajada— no piensas en otra cosa.
—Por Dios Helena, no todo es estudiar, deberías de venir también. No sólo van chicos, te vas a embobar cuando veas las mujeres que van allí.
—Quiero enfocarme en ser un buen médico, Nat y en este momento no pienso en eso —se sonrojó— Me toca quedarme a las consultas del nuevo departamento, recuerda que me inscribí y tengo que cumplir las horas para que me den el diploma.
—Oh claro el diploma… Además, hoy viene a consulta la rubia que te idiotiza.
—Natalia —dijo Helena susurrando y sonrojándose nuevamente— baja la voz. Cualquiera que te escuche creerá que es verdad.
—¿Y no lo es? ¿No es verdad que te gusta la chiquilla? Es muy linda en verdad... Sabes que a mí no me puedes mentir, te conozco.
—Cállate Doral, deja de decir tonterías. Ella es mi paciente y yo soy su doctora. Va contra el código de ética.
—Por favor Cabral, no me vengas con esas bobadas. ¿Recuerdas a Nicolás Lazo, el de la habitación 10-A? Salí con él ayer y mañana iremos al cine.
—Pues yo pienso un poco las cosas, Natalia. Recuerda que nuestra carrera se puede ir al diablo por algo como eso. Hazme el favor y ten cuidado.
—Tranquila pelirroja aburrida, soy muy cuidadosa. Además, de la puerta para afuera somos como cualquier mortal, tenemos una vida fuera de esto. Me voy Helenita —dijo levantándose— tengo que arreglarme para esta noche.
—Sí, vete y déjame comer en paz —Natalia le sacó la lengua— Adiós Nat.
Helena terminó de almorzar y se fue al consultorio. Estaba pensando en las palabras que le dijo Natalia cuando oyó el intercomunicador.
—Doctora Cabral, la señorita Zavala se encuentra aquí.
—Ok, licenciada Cabrera. Dígale que puede pasar y no me pase llamadas.
—Buenas tardes, doctora Cabral —dijo tímidamente la chica.
—Buenas tardes Mirta. ¿Cómo te encuentras? Ya te he dicho que en nuestras consultas me puedes llamar Helena, detesto las formalidades.
—Bien… Helena. Me he sentido mejor. El tratamiento que me prescribiste me ha ayudado mucho. Las otras pastillas me aletargaban demasiado y me producían más ansiedad.
—Me alegro que estemos avanzando. ¿Cómo vas con los ataques de ansiedad?
—Son menos frecuentes y la música que me recomendaste me ha ayudado bastante con eso. Por primera vez en mucho tiempo siento que tengo el control de mi vida. Todo ha mejorado gracias a ti.
La chica levantó la vista y como Helena la estaba mirando, sus miradas se cruzaron. Sin duda Mirta tenía unos ojos azul cielo hermosos, lo cual derretía a la pelirroja. Mirta se sentía exactamente igual con los ojos verdes grises de Helena. Al percatarse de lo que estaba ocurriendo, Helena rompió el contacto y bajó a su libreta de anotaciones, simulando escribir algo y volvió a hablar.
—¿Te has vuelto a lastimar desde que comenzamos las consultas?
—No. La verdad mis ganas de hacerme daño han desaparecido. Poco a poco las memorias erróneas las he ido sacando de mi psique.
Helena comenzó a escribir en su libreta en silencio. Las sesiones duraban de veinte minutos a media hora como máximo, ya que era un proyecto gratuito y se buscaba ayudar a la mayor población de bajos recursos posible.
—Bueno Mirta, nuestro tiempo terminó. Te veo el viernes, qué estés bien.
—Helena am… me preguntaba si… si tú… aceptarías tomar un café conmigo hoy.
Helena no esperaba esa propuesta, por lo cual no tenía una respuesta preparada. Generalmente se le hacía fácil rechazar a sus compañeros, pero cómo se trataba de una chica, esto era algo nuevo para ella y no sabía cómo reaccionar. Su corazón latía como burro sin mecate.
—Escucha Mirta es muy amable de tu parte en verdad, pero…