La chica a la que llamó práctica
ista de Va
tio, la humedad de las lágrimas aún aferrada a mis mejillas. Mi celular yacía donde había caído, ignorado hasta que una notificación brilló en l
el texto lo que retorció el cuchillo. "¡Primer café de la mañana en París con mi increíble Félix! Tan feliz de que organizara esta p
ño pasado, porque había mencionado querer aprender a hacer "café de verdad". Y la "pequeña escapada", que obviamente era una mentira, dado que él acababa
ad sin esfuerzo de ello, me robó el aliento. Apreté los ojos con fuerza, una nueva ola de lágrimas nublando la pantalla. Cerré mi celular, el pequeño rectángulo
me había visto crecer. Sus ojos, usualmente cálidos, se abrieron ligeramente al ver el jugo derramado y mi cara manchada de lágrimas. No
cosa que él haya dejado aquí? -Mi mirada barrió la cocina, viendo de repente todas las pequeñas muestras de
ro que sí, mija. Considéralo hecho. -Su mirada se demoró en mí un mome
ridículamente esponjosa, una colección de libros de arquitectura de primera edición que me había comprado para mi cumpleaños. Cada objeto guardaba un recuerdo, un susurro de
na vez. La Valeria de antes habría estado frenética, se habría convencido de que era su culpa, habría encontrado una manera de romper el silencio, de d
sociales. Incluso cambié el código de acceso a la casa de huéspedes, un gesto simbólico de r
s papás me dejan usar el jet privado para ir a nuestra villa en la
tre yo y el fantasma de Félix, era embria
lar la UNAM. Pero también vieron la mirada atormentada en mis ojos, la devastación silenciosa que trataba de ocultar.
dije, mi voz firme-. Volaré directo de la Toscana a Monterrey. -La
mamá de Félix, cuidando sus rosales. Levantó la vista, su sonrisa cálida. - ¡Valeria, querida! ¡Qué sorpres
ecisión conjunta, no un escape desesperado. Había tejido una narrativa donde yo todavía era suya, todavía yendo a su universidad. Fue un
ntras caminábamos hacia la puerta, un destello repentino de movimiento captó mi atención. Mi respiración se d
ando en la parte baja de su espalda. Ella hacía pucheros, luego sonreía, luego le daba una pal
z, Valeria. Independencia, ¿verdad?". Lo había llamado fomentar mi independencia. Ahora lo veía como lo que era: una falta de cuidado, un desprecio descarado. So
es. Esto era. La prueba final e innegable. No era solo despectivo; era ind
ojos siguieron mi mirada, y se tensó, apretando la ma
nte absorto. Revisaba su celular cada pocos segundos, con el ceño fruncido, luego se volvía hacia Bella con una sonrisa forzada. Parecí
adió, una ola frágil. Justo cuando estaba a punto de abordar, mi celular sonó. Un número b
i voz tensa
o contestas mis llamadas? ¿Por qué me bloqueaste? -Su voz se hizo más fuerte, cargada con u
rioso. - Me voy de viaje, Félix -dije, mi voz del
nuestra vida juntos, Valeria! No me digas que te vas a escapar con algún... algún tipo cualquiera de tu clase de arquitectura. No pienses ni por u
ga victoria. - Mis planes son míos, Félix -declaré, encontra
me! ¡Ahora! Me voy a ir unos días por el trato Ramí
aún temblando, flotó sobre la pantalla. Luego,
davía en la mano, su cara una máscara de incredulidad furiosa. Nuestros ojos se encontraron a través d
e, tomando mi mano y jalándome hacia el