La chica a la que llamó práctica
ista de Va
a sido estimulante, pero ahora, sola en el silencio de mi cuarto, el peso de todo volvió a caer sobre mí. Mi cama, todavía tibia por la presencia fugaz de Félix, se sentía co
rtido en él. Era demasiado, una cacofonía de dolor y arrepentimiento. *Basta, Valeria. Deja de pensar.* Cerré los ojos con fuerza, meciéndome suavemente, desesperada
Bella. Me revolví, murmurando protestas incoherentes, hasta que una sacudida brusca me despertó. Mis ojos se abrieron de golpe, el co
ahí. Por su
e corazón, una ofrenda de paz silenciosa. Era su manera de asegurarse de que no siguiera enojada, de que lo estuviera esperando, lista para perdonar, a la mañana siguiente. Era un hábito, un ritual, una atadura. Y ah
na nueva Valeria, un retoño frágil pero creciente de amor propio, me contuvo. ¿Qué le diría? "¿Sé que piensas que soy solo práctica?". ¿Qué diría él? ¿Nega
la UNAM. Solté un bufido, un sonido amargo y sin humor. La UNAM. Mi "sueño compar
a educada. Irrumpió. Mi corazón saltó a mi garganta, un grito atrapándose ahí. Félix estaba parado en el umbral, ya vesti
o, después de todo, mi hogar de la infancia al lado del suyo. Siempre había tenido llave, un derecho de paso tácito. Todavía lo tenía. Ni siquiera se molestó en cerrar la pu
berrinchuda. -Extendió la mano, su dedo trazando mi mandíbula, luego empujando un mechón rebel
abruptamente. - No -dije, mi
eleite. Ahora solo hacía que se me contrajera el estómago. Volvió a buscarme, su mano cayendo sobre mi muslo desnudo, su pulgar frotando círculos len
. - Félix. Basta. -Mi voz seguía plana, p
ow. ¿Qué te pasa? ¿De malas esta mañana? ¿No te di suficiente anoche
isfacción de una reacción. Mi silencio pareció irritarlo más que cual
a oficina. Es importante. Estamos hablando del trato Ramírez, después de tod
ojos fijos en un punto ju
leria. Eso es diferente. Eso es real. -Su voz estaba teñida de un tono condescendiente, como si yo fuera una niña a la que n
en francés resonaban en mi cabeza, marcándome como "práctica". La pura arrogancia, la audacia de
z más afilada ahora, acostumbr
lusiones rotas. Me siguió, sus pasos pesados sobre la madera pulida. Noté, con una especie de observación distante, que su paciencia para mis e
ra el desayuno -dijo, su voz intentando un tono conciliador, pero aún con un borde de imp
un poco de granola. Mi apetito se había desva
ndose. - ¿Yogur? ¿En serio? Me
ando cuidadosamente su mirada. - N
erramando un desastre brillante y pegajoso sobre el mármol blanco inmaculado. - ¿Cuál es tu p
- ¿Celosa de qué, Félix? -respondí, finalmente encontrando su mirada furi
-Bufó, mirando hacia otro lado, luego de vuelta a mí-. No seas ridícula. Eres mi mejor amiga, Valeria. Eres como... de la familia.
a para distanciarse convenientemente, para negar la intimidad que habíamos compartido, para invalidar mis sen
o. Una sola lágrima escapó, trazando un camino por mi mejilla. No había
Por qué lloras? -Sonaba genuinamente sorprendido, casi confundido. Dio un paso hacia mí, extendiendo una mano vaci
avizó de inmediato, una sonrisa reemplazando su ceño confundido de confusión. - Hola, bebé -ronroneó al teléfono, su voz repentinamente llena de calidez y afecto, un contraste brutal con la ira que acababa de
silerías para Bella. La pesada puerta principal se cerró con un clic, dejándome parada sola en la cocina
pausado, ahora comenzaron de