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El fragmento ámbar 2: La extinción del fuego

Capítulo 4 3

Palabras:3254    |    Actualizado en: 07/02/2023

ÍTU

e Amsul, una de las tres principales islas del archipiélago que conformaba el reino de Aeldra. El bosque que recubría las montañas de árboles altos, verdes y salvajes comenzaba a despertar. Las aves nocturnas

eros portaban, el capitán sentía su cuerpo entumecido y dolorido. A pesar de que sus músculos eran duros y resistentes, los notaba adormecidos por el continuo esfuerzo qu

ocar del poder a los Yinn. Ethan había sido puesto al cargo de un escuadrón de soldados a los que se había asignado la misión de conquistar una lejana ciudad norteña, entre las montañas,

o y montañoso norte de Amsul. Advalon, el objetivo, se encontraba a menos de un día de distancia, y hasta el momento los hombres del capitán Daelberg no ha

ar la ciudad al mismo tiempo por los dos lados, por lo que Ethan Daelberg, que lideraba el grupo que se dirigía al oeste, había ordenado a sus hombres que siguieran marchando durante

le importa dos mierdas de caballo esta ciudad perdida en las montañas?» Soltó una bocanada de aire helado y se sacudió furioso algunos témpanos de hielo que se habían formado en su barba castaña, pero continuó escalando

la luz diurna comenzaba a hacerse cada vez más y más clara, pues a pesar de que los soles tod

ampamento que los hombres que habían llegado antes habían comenzado a preparar. El claro había sido despejado de ramas caídas, rocas y cualquier otro obstáculo que los hombres de Ethan habían encontrado, y una pequeña hoguera ardía en un hoyo cavado en el suelo r

—preguntó al capitán uno de sus sargentos más j

io —respondió Ethan—. Pero no deberíamos estar muy lejos del lugar al que habíamos pre

as cimas de colinas cercanas, todas ellas en posiciones estratégicas rodeando las inmediaciones de Advalon. Mediante señales de humo se comunicaron entre ellos, dando a entender que su centenar de hombres

a sus hombres de confianza para establecer los planes de la jornada. Los soldados citados por el capitán se hi

había convocado—. Ya he enviado un mensajero a Quinns para que ataquem

osiciones establecidas, capitán —dijo Brent, uno de los veteranos de mayor con

gesto y se ras

ente. Un veterano ha resbalado tratando de escalar una roca y

ombre de no más de treinta años, con una frondosa barba rojiza, cabello corto del mismo color

en sin piedad, por

s los c

él se abrieron la cabeza contra las rocas —explicó Daelberg—. De lo

que necesitarán atención médica, más de la que los sanadores

—respondió Arlem, el espigado y enjuto jefe de los exploradores de Ethan—. Necesitaremos pre

ás para transportar a los dos idiotas. Nunca se me han dado bien los números, pero que me jodan los diab

sin embargo…

itán Daelberg—. En la ciudad probablemen

taña—. O los próximos días como muy pronto. Pero si el enemigo rechaza nuestro ataque podríamos estar aquí se

he tendremos más heridos, y nos

ayamos hecho, los heridos serán tratados en el interior. Por el momento estableceremos un pabellón de heridos en la colina donde cayeron los hombres. Todos los sanadores que hemos traído con nosotros irán allá y se encargarán de velar por la salud de los heridos lo mejor que pu

abía traído consigo y que habían desplegado sobre un tablón de madera que hacía las funciones de mesa. Establecieron rutas de suministros, vías de avance y de escape en caso de necesitarlas, puntos donde los muros de Advalon podían ser escalados con mayor facilidad y dond

el pequeño rincón al que habían ido. Brent y Garnik eran dos de sus compañeros de batalla más antiguos, y j

e Amsul hacia Alenor —decía Garnik mientras por su frondosa barba caían chorros de

s cierto? —respondió Brent, que comía una

les de años, y su número se ha ido reduciendo poco a poco. Dicen que apenas debían quedar una

Ha conseguido encontrar la forma de acabar con esos monstruos del Abismo. Y lo

us dedos había dos viales de cristal llenos, uno relleno de un líquido de color anaranjado y el otro de color a

Brent, que se había percatado de

Lo

o de la carne que estaba royendo y se limpió la

pensarlo mejor se levantó del tocón en el que se había sentado y se los dio en mano.

de esto, capitán? —preguntó el barbudo

o antes de partir —

ontráramos con ningún Yinn tan al norte,

asta que se los pasó a Brent, quien tamb

ar con un Yinn? —preguntó Brent en tono burlón—. Pero si no

pondió Ethan—. Y la magia que contienen te permite mata

y te bebes el naranja en luga

—. Nunca me lo dijeron. No pensaron que ninguno de nosot

e tripa —replicó Gar

cagando d

bromas más al respecto hasta que el tema perdió la gracia y lo dejaron. Brent devolvió a Ethan l

como para matar a un Yinn? —terminó por preguntar Brent con

convertirse en fuerzas destructoras y terribles. Los de fuego se transforman en incendios que lo carbonizan todo a su paso. Los de agua, en terri

aspecto de monstruos gigantescos o desaparecer por completo y volverse invisibles

nificaría que pueden estar en cualquier lado. Hacerse pasar por cualquiera. Por un sacerdote, por u

secto que zumbaba detrás de sus oídos. El silencio era incómodo y nadie parecía atreve

ci

te, inquisitivos. Aunque no dijeron pala

ión Blanco. Un Yinn se había declarado rival al resto y había convencido a u

a comenzado apenas unos años atrás. Era primo lejano del anterior rey, o alguna cosa

hizo una pausa, to

la nuca y

aconsejaban a él nos enviaron al Bastión Blanco, donde iba a atacar el lord rebelde, para poner fin a sus pretensiones. Y vinieron… y los matamos. Durante cinco días asaltaron sus hombres sin desca

vi con las últimas luces de los soles una silueta que se acercaba. Parecía un viajero, un caminante. Se vestía con ropas grises y des

es, escuchaban con atención con la mirada per

clavó en mi pecho como un puñal de hielo. «Mi nombre es Devenasthea, humanos, y soy el fin». No dijo nada más. Su capa comenzó a agitarse y de repente pareció fundirse con el vie

hace que se me corte la respiración. Y entonces nos alcanzó. Y el resto de la historia ya la conocéis. El Bastión Rojo, llamado así por la sangre que había empapado sus muros, fue a

nzó a dar vueltas nerviosas al clar

—gruñó—. ¿Cómo esperan que venzamos algo así con dos malditos fr

su amigo, poniéndole una mano sobre el hombro y ofrec

le conoció como uno de los Yinn más poderosos que han existido en toda la historia. Hizo falta la alianza de

emblante huraño—. Porque si no… que los diose

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