Antes de que hable el volcán
ier mentira o infamia, pero no podría nunca esconderse del volcán. Ha si
or las ventanas. Nos deja sin pausa, nos lleva con ella. Como una dama de velo negr
fundar una ciudad tan c
e los volcanes. Provenientes de Extremadura, les infundían respeto los cráteres de los cuales emanaba ceniza y, además, pensaban que eran entradas al inframundo. Por eso preferían estar lejos, aunque no escapaban de las miradas de algún volcán. Después,
ntes. De una ciudad de pocas avenidas y de espíritu bucólico, había tenido una anárquica metamorfosis hacia una vecindad de pavimen
y diversidad característica a casi todos los ámbitos y, aun en lo profundo de los lagos, se encuentran los vestigios de magma. Son tres colores: amarillo, rojo, y cenizo, como vestidos de la tierra, los mantos co
llá de los cinturones tropicales. El volcán de Sivarnia erupcionó en veinticinco ocasiones en tres mil años y su último estallido fue a principios del siglo xx. La existencia de Sivarnia en las faldas de un volcán ha sido precaria en el tiempo, ya
candente, moviéndose con parsimonia, pero con potencia. Arrasan con lo que antes existía, pero su paso es misterioso. Cuando la lava baja y avanza, sus huellas no son uniformes. En algunos lugares todo se transforma, en otros se forman grutas, y algunos sitios son completamente dispensados
nte de extremo entendimiento ocurre en ese momento cuando asumimos una fragilidad profunda y la comprensión que nuestras nimias preocupaciones y vanidades son insignificantes. En ese instante, comprendemos que todo puede fenecer y como nuestros ance
o se levantan para hacer otra peregrinación de dolor. Solo los locos del manicomio, según el poeta, podrían vivir en armonía en una naturaleza desquiciada. Sin embargo, como corolario de su episodio de terror constata que el amor es posible en medio de los escombros y contrae matrimonio con su amada esperando posteriormente los días azules. La lava es la manera abrupta con la cual la tierra expresa un dolor o una pasió