El Cachorro del Dios del Hielo
e lo que pasaba. La noche anterior Alexandre lo había besado, manoseado y dicho que
con urgencia, el teléfono repicaba pero el chico no atendía. Esto e
aire- por favor necesito que
atos, quería pasar un tiempo alejado de esa mansión hasta que sus ideas se acomodasen. Pas
teban posándose a su lado- y está en un pequeño predicamento. L
de Carmelo giraron de
ó en su bolso, lo cerró, salió de la habitación directo a las escaleras. Podía escuchar risas desde el comedo
de de la carretera brillaba el mar con un conjunto de azules que le recordaban lo
nico que lograba era despeinar sus mechones cobrizos con la fuerte brisa. En diez minutos estuvo frente a
ue lo miró como a una aparición. Este era, afortunadamente, uno de los pocos hoteles que no l
lo utilizó su voz más encantadora esbozando una gran sonrisa- mi habitación es la núm
obre pronunciando palabras- alguien tan encantador y lindo no puede ser torpe. Aquí e
más tiempo subió las escaleras saltando los escalones y corrió hasta detenerse frente a la pu
traba tendido en la cama, dormido, con sus manos y piernas atadas
dorado envidiable, delgado, con brazos y piernas fuertes, abdominales marcados, cabello rubio que
sábanas, luego bajó hasta las ataduras de sus piernas y las liberó también. Cuando estaba por terminar sintió una mano acariciando su espalda por debajo de su franela,
muy seguro de sí- viniste a
es que no le pareciera atractivo, solo que al criarse juntos lo veía más como un hermano que como
riendo- es hora de salir de aquí
a su alrededor- eran dos y parecían ser
lados pero no había señal de la ropa, cartera o teléfono de Robert, solo sus san
unos shorts malvas, pero como esperaba
–le respondió el rubio- ¿de qué val
ias de su cuerpo antes de salir. Al cabo de quince minutos salió nuevamente, se colocó los bóxers, s
elo, así se acercaron a la recepción donde el chico entregó las llaves con un
ta y miles de pensamientos sobre cómo contarle a su mejor amigo lo que le había pasado. No
renos fornidos que estaban esperando a un coche patrulla que los buscara. Yo les sonreí, tú sabe
a un problema, los invité unos tragos y al cabo de media hora estábamos juntos en el Tritón de Oro, eran algo torpes al principio no se sentí
mencé a comérsela hasta las bolas. Mientras tanto el otro se desabrochó su correa y me golpeaba con la hebilla, eso me enloque
¿te gusta?, pero me agarró la cabeza, me hizo seguir mamándosela al otro mientras me decía no estás aquí
ombeaba, lo sacaba y lo metía de nuevo lo más adentro que podía mientras el otro me tenía cogido por el cabello y en varias ocasiones chocaron las manos, eso hacía que ambos metieran m
me diese más duro pero se volvió tan rudo que no tuve más remedio que abrir los labios, mis gemidos los entusiasmaron. Cuando acabaron, pens
distante de Carmelo- no te has ni reído n
al hombre más hermoso del mundo, me dio mi primer beso, me acari
éste ante la información de Carmelo se había
ert al cabo de un rato mientras colocaba ambas manos