El Cachorro del Dios del Hielo
demás pormenores lo estaba cansando. Él quería que Robert le diera respuest
ente a su mesita estilo japonés- eres muy bonito, no me malinterpretes pero eres extraño, huyes de la gente
laró Carmelo- no son cosas que yo quisiera que me pasaran, al m
suelo- ese hombre es peligroso, quiere domarte y lo hará. Una sola p
éjame recordarte que de nosotros dos soy el único que aún es
ya –Robert lo miraba divertido-
esos juegos de palabras que Carmelo casi n
i –las risas de Robert no se hicieron esperar m
sexo? –Estaba enfurecido, inclusive sus orejas le e
u vagina cerrada –se burló Robert- ¿pasa
ba la manera de molestarlo para provocar esas luchas, dieron vueltas hasta que Robert lo
en la manera como Robert le habló- ¿Aprenderás a
Carmelo intentaba inútilm
a los de Carmelo, colocó su nariz contra la de él y susurró veamos quién besa mejor, si ese Alexandre o yo.
es apretados pero sentía curiosidad por los besos, abrió ligeramente su boca y Robert
bía dado la noche anterior. Sin embargo, era un buen beso por lo que se dejó besa
en voz baja- ¿Qué beso
–contestó Carmelo con tacto- be
que me persiguen –respondió el rubio incorporándose- pero e
esnudo frente a él a cada rato, incluso cuando comenzaron a hacer ejercicios en el balcón insistió e
uscaban mil vueltas para atraer a Alexandre hac
- no le va a importar Alexandre en unos
as, él quería a ese hombre para él ¡ya! Necesitaba respuestas pero la idea de
hacían soñar, dejó de hacer abdominales y se recostó del barandal del balcón apoyando la cab
xtrañado, era un número d
arde esperando –la voz de Alexandre s
iéndose tenso- ni usted es mi dueño ni yo le
Carmelo bajó su mirada hacia el estacionamiento a sus pies y vio a Alexandre a medio salir de un Lambourghini Diablo
ese hombre lo fuese a buscar pero muy dentro de él lo esperaba. Por un momento no
ad y furia. Nunca en su vida se había encontrado con una visión así, la descripción de Carmelo no le hacía justicia,
lo sacudía- sino bajas tú iré yo. ¿Qué esperas
a las escaleras. Alexandre le hizo una seña de despedida a Robert que le devolvió una sonris
Alexandre lo agarró por la nuca, acerándolo hacía él y lo besó apasionadamente, recorriendo cada rincón de su boca, mordiendo su lengua hasta hac
a- te enseñaré cuál es el saludo que me dará
onente. El contraste de su miembro blanco con el pantalón negro era cautivador, su pene media veintidós
tro muy cerca del pene, luego con voz suave pero deter
spacio. Abre la boca deslízalo poco apoco dentro, primero mete unos centímetros, sácalo, respira; ahor
elo de nuevo, esta vez intenta con la m
eterse todo su pene, el chico sintió como su garganta se abría por completo, in
hacia él y lo besó, chupando la saliva que se agolpaba en las comisuras de los labios. Por encima de la oreja de Alexandre, Carmelo vio que Robert lo
de niño travieso satisfecho. El corazón de Carmelo se hinchó de felicidad al pens