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Flores de invierno

Capítulo 7 La señora del tiempo

Palabras:1131    |    Actualizado en: 14/10/2022

TULO

ORA DE

dispuesta pero carente de experiencia. Se llamaba Beatriz, y era la encargada de llevarle los niños que llegaban desmadejados y con la carita triste, a la casa del viejo, donde Eloísa y el, les ofrecían una posibilidad de sobrellevar su drama, y superarlo juntos. Tenía un caso entre manos que se parecía en casi todo al del viejo de la casa, se lo había enviado Beatriz por mail, para pedirle su opinión al respecto. Se trataba de un niño al que sus hermanastros odiaban hasta el punto de torturarlo de maneras que le resultaba imposible creer, si no fuera porque ya estaba curada de la crueldad humana, para con los más indefensos. Su madre se había vuelto a casar en se

arde pasar a la admiración, al conocer su historia. Los más veteranos, dicen a los que llegan, que se trata de un hombre inmortal que nunca muere, y que llegó de otro mundo. –Sonríe Magdalena al escribirlo en su diario, con letra cuidada-.Pero ella conocía la verdad del “viejo”. Había muerto hacía muchos años y el que ocupaba su lugar en la casa, no era otro que Jesús el afortunado Jesús de Montiel, que llegó a ella con su vida negra como el futuro que le aguardaba, y que, en la casa se convirtió en quien jamás osó soñar. El viejo de la casa, el que la creó era ahora parte de la historia. Casi nadie conocí

s le caían como losas de las que no se podía desprender. Soñó con él, con el primero de los viejos que llegó como un soplo de aire fresco, renovando las esperanzas. Entonces era un hombre joven, que llevaba a sus espaldas una pesada carga, de la que no quería hablar nunca. Ella no le preguntó jamás que era lo que le h

r la personalidad de quien las ocupase. A los niños les pareció estupendo poder decidir por primera vez en sus cortas vidas, algo que les permitiese sentirse importantes. Los colores inundaron las paredes y los posters empapelaron cada centímetro. No podrían presentarse a un concurso de decoradores, pero el nivel de autoestima de los chicos creció considerablemente, y eso era un buen precio a cambio. Magdalena y Jean Pierre le Monéc festejaron el primer a

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