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El drama de la vida de un niño con cáncer.

Capítulo 5 5

Palabras:2794    |    Actualizado en: 25/02/2023

ella, yo seguía dando pasos agigantados en mi desarrollo. Ya había llegado a mi primer año de vida. Mi ma

o hasta bien tarde terminando de afinar los detalles para la pequeña reunión que tenía planifica

or ruido. Cuando repentinamente despertó y no me sintió a su lado, se ofuscó demasiado, se paró violentamente y por poco me aplasta; puesto que no sabía que estaba allí. Al verme, de inmediato me agar

detectar en esos instantes gloriosos de mi vida. Ya estaba cumpliendo el primer aniversario de mi nacimiento. Había crecido mucho, tanto, que estaba a punto de lograr otro paso más en mi desarrollo; ya había comenzado a dar pequeños pasos. Claro, mi mami me llevaba de la mano para evitar que me tropezara y me golpe

riendo la casa de punta a punta. Se asustaba mucho cuando tomaba algo y repentinamente quería introducirlo en mi boca. Saltaba desde donde encontraba para impedir que lo hiciera, y pudiera atragantarme o hacerme daño. Al hacer todo aquello, sentía que había aumentado mi independencia y mi curiosidad por explorarlo todo. Mi mami siempre decía,

. Era todo muy divertido, pero al mirar a los otros niños más o menos de mi edad, tímidamente comencé a interactuar con ellos. Mercedes charlaba animadamente con las otras madres; conversaban de temas inherentes a nosotros los bebés. Cada madre llevaba el amor hacia sus hijos a su máxima expresión. Era increíble cómo podía nacer un sentimiento tan no

sería una muy agradable sorpresa. La tía Panchita, que era de los hijos mayores de mi bisabuela, ya estaba entrada en años. Ella se había quedado a vivir en la casona, como le decían a la vieja casa, tras fallecer el tío Arnoldo quien la hubo ocupado solitario, cuando mi Bisabuela Nona se fue a reunir con

diabólico contexto político, económico y social, llegado de manos de un enfermo de poder, estaba haciendo estragos en todo el país. Mucha gente se había ido a buscar mejor suerte en otros países, decían que preferían irse a donde fuese, con tal de no estar pasando c

bilitado de las vías de penetración, además de que los campesinos, al no encontrar que darles de comer a sus familias, habían decidido emigrar en masa. Los pocos animales que quedaron fueron sacrificados para la alimentación de la migaja de gente que se había quedado, y al no haber uno más, lo único que podían hacer era esperar una

ecreto que iban a parar a las cuentas bancarias de los políticos corruptos. Lo cierto era que la situación significaba la peor de todo el continente, según los entendidos en la materia y dicha a diario por los noticieros. Tanto sacrificio e

i subiera conmigo al carro y luego, durante el viaje, fui lactado más de tres veces, porque como siempre; me empecinaba en tomar toda la leche de mi mami donde quisiera y a la hora que quisiera. Y así ocurría la bendición eterna, se afianzaba c

pujaba la rudimentaria silla, mientras sus hijos corrían detrás de un perrito que hacía poco habían adoptado. Adrián Segundo y Josefina, corrían presurosos detrás del animalito que, pavoroso, no encontraba una guarida para escapar de semejante asedio. Los muchachos se detuvieron espantados

del saludo de bienvenida, se adentraron a la casa y siguieron hasta el gran solar donde, en medio del inmenso cují, se dispusieron a departir contándose muchas cosas de sus vidas. El tema principal fui yo. De inmediato me encontraba en los brazos de mi tía abuela Panchita. Ella

, junto a Josefina y Yeslán; escuchaban atentos lo que le decía mi abuelita a la tía Pancha. Evelyn se había quedado jugando un rato con la muchachera y ni siquiera hubo saludado a su vieja quien, molesta, le recriminaría

en ese momento en la sala de la casa. Luego de bajar una gran cantidad de maletas y bolsos, Juanita se apersonó con unas vasijas contentivas de un estofado sin paragón que había guisado la noche anterior. Todos miraron aquel manjar con sobrado apetito, ya que su presentación y aroma enloquecía a todos los sentidos; además de q

jo el frondoso cují para verterse al fresco clima externo. Dispusieron de varias hamacas que se perfilaban muy placenteras ya, antes de ser acariciadas por los agotados cuerpos; aunque entonces cabría decir que eran aquellos suaves objetos quienes acariciaban a los cansados cuerpos. De verdad era cansón transitar por una carretera tan deteriorada como aquella que conducía a Buenaventura. Por eso, en solo unos minu

enido en sus mejores momentos nada que envidiar a las portentosas estructuras arquitectónicas de las grandes urbes. De aquel coloso solo habían quedado sus ruinas y los agradables recuerdos de los mágicos momentos pasados en su haber. Otro tanto hubo sucedido con el río, había sido reducido su caudal como consecuencia del desvío de sus aguas para uso agrícola y hasta domestico, puesto que los entes gubernamentales

muy frecuentemente, sobre todo desde que comenzó a padecer de esa incapacitante afección que portaba; además pocas veces eran visitados, por lo que se animó de inmediato. La silla de ruedas fue colocada en el maletero del auto. El viaje resultó tortuoso. Lo

y aún antes de que aparcaran los vehículos, se lanzaron a las aguas heladas del río, iniciándose una algarabía tal; que debió haberse escuchado en la distancia. Yo, atónito por lo que se visualizaba, dirigía mis miradas en todas direcciones, descubriendo lo bello que resulta s

e. Ataviada ella de un cortito jean y una franela púrpura, se dirigió conmigo hacia aquel hielo líquido. Primero mojó los dedos de mis pies, los que se colorearon de inmediato

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