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Clariké

Capítulo 2 Una extraña desaparición

Palabras:1219    |    Actualizado en: 08/06/2022

el cocinero, ingreso al salón nuevamente y encuentro la mirada odiosa de aquel extraño sujeto clavada en mí. Me siento intimidada percibiendo que él sabe lo que a

udo por un momento, pero luego valientemente y alzando mi mirada, voy decidida, pensando que

rece algo más? Digo

facción que le causa mi temor y esto me produce demasiada i

otando la extrañeza en mi mirada, agrega que no desea la sopa y que la puedo retirar. Entonces vuelvo a

con la sopa. Pero cuando comienzo a describir los que se hallan disponib

horrenda. Las personas detuvieron su conversación para mirar hacia todas las direccion

ído y me esquiva. Solo se limita a observar el servilletero que alza con su mano para examinarlo cuidadosamente sin prestarme nada de atención, entonces, conteniendo la ira giro sobre mis talones para traer el pedido

ó, aunque toda la comida está intacta, es decir que no la comió y él no está por ninguna parte. Me quedo perpleja, con la bandeja en la mano y luego tomo el dinero para pagar la cuenta. Le explico al encargado lo suce

upada durante las próximas tres horas de esta noche en que no paro de ir y venir de la cocina al salón hasta que poco a poco vuelve a quedar prácticamente vacío. Con todo esto, no tuve tiempo de ir a decir a Lucrecia que aq

damos cuenta que se trata de un suceso bastante extraño por e

do agitada, - per

stoy feliz porque mi bols

re mujer! Tal vez hasta se haya quedado dormida, pero lo que más me preocupa es que Eric se entere de esto, porqu

r mi tardanza, me llevo la sorpresa enorme de ver la silla donde la

sar es que ¡ha desaparecido! Siento una terrible culpa por haber dejado a mi pobre vecina allí, pero es el único lugar seguro donde nadie entra salvo el cocinero. Me quedo boquiabierta y sin saber qué pensar ni decir, entonces, voy rápido a la cocina e interrogo a Francesco en voz muy baja, pero este n

sucede? ¿No Me oyes? – yo lo miro desconcertada y él lanza una risotada que retumba en todo el salón. –Disculpa, estoy distraída y un poco cansada – digo, pero él vuelve a reír y me indica que puedo irme, que mañana ordene el salón pues fue demasi

ada pensando en cómo pudo esfumarse Lucrecia del depósito de las mercaderías y no se lo puedo contar a él, pues podría despedirme por ello, así que me limito a esquiv

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