Clariké
de las mesas para dos del restaurante La Bohemia do
venida. Aunque las gotas de lluvia salpican el cristal y el vapor proveniente de la cocina lo mantien
o estado civil me es desconocido. Una vecina bastante extraña
bliga a desplazarse con suma dificultad sobre zapatos de taquillos finos, acabó re
Los hay grandes y pequeños, de fondos blancos o fucsia y prácticamente en todos los colores del arc
mas (obviamente de la misma tela de sus prendas), lo que hace suponer q
y que hacen a la vez, perfecta combinación con sus calzados. A veces me da la impresi
o que me divierte un poco y me recuerda a menudo al dicho que solía repetir mi
la vida y eso es lo único importante, cada vez que yo la veo me da l
aile en su vida?, es una pregunta
a y cinco años, aunque aparenta no estar enterada de ello, así como tampoco
xistencial pensando valla a saber uno en qué. Yo siempre
artamento tres del cuarto piso. Y lo sé porque vivo en el número dos, por consiguie
lugares del edificio, sino que además hasta la oigo grita
cómo, al parecer algún monstruo atroz la persigue sin descanso cada noche, atormentándola hasta que su mismo grito la despierta. Y a mí, en muchas ocasiones, tambi
rra de La Bohemia, con la bandeja en mi mano, e
que irá con esos amplios vestidos a lunares? Y en el caso que lleve puestas esas plataformas, ¿no le resultará incómodo correr con e
unque sé que quizá nunca obtendré las respuestas,
muy animada y con la mejor de mis sonrisas. Porque debo confesar que hay algo en ella que m
rme y lleno una cuarta parte de un alto vaso de vidrio. Luego acomodo frente a ella el plato con un bife de ternera bien co
dice mostrando una sonrisa de
ia con mi verdadero nombre, y por más que en tres ocasiones le expliqué que me llamo Estefanía, ella pa
me, después de todo Clariké me parece un nombre con
s al restaurante en el que yo trabajo
u vida, quisiera saber si el resto de la semana cena en
lunes, pero confieso que esos son mis días más ocu
trabajo a la hora de la cena, así que me es imposible descubrir qué hace mi vecina. Pero si cuando llego, la oigo agitada no dudo en adosar mi oído en el muro pues estoy muy intrigada por saber quién o qué es lo que la persigue cada noche. Tremendo susto me llevé la primera vez que la escuché gritar, pensé qu
ente de ensalada. A veces me da la sensación de que, el hecho de ser perseguida durante las madrugadas le
ademán con la mano izquierda para que me acerque de nuevo
una porción de pastel de limón, ¿puede ser posible? –
o con una sonrisa mientras me pregunto h
riké, eres muy amab
de enfrente, a la que se sentó un señor alto y delgado que me pide s
e la presencia del sujeto h
mente para pedirme la cuenta, cruza miradas co
iato hasta su mesa y le pregunto si está todo en orden. Ella m
preciosa? - me dice
ia –le contesto confundida y si
ombre y me quedo congelada. Por un breve instante sus
pedirme en voz muy baja si le acompaño hasta el baño de damas porque no se siente demasiado bien. Toda esta situació
baño pasando justo por delante del sujeto extraño que no para de mirarle fijamente.
esconderse hasta que el sujeto que cena sopa de camarones se vaya. Puedo ver el terror en
dice, en su lengua italiana por qué no llamamos a la policía y le compre
por más que insisto, no me quiere decir el motivo, aunque lo intuyo por el destello que vi en los ojos de
cargado. La acompañé hasta el depósito donde se guardan las mercaderías, en el que sé con certeza que nadie entra