Mienteme
ojos, el sol en mi sistema planetario, habían madrugado para entregar un desayuno qu
í de realidad, de golpe. Me incorporó y me apoyó contra su pecho mientras Orlando acomodaba la bandeja en la cama y Ors
e estiré mientras todos me miraban. Uno a uno me abrazó y besó,
amá? –preguntó mi hi
mayor. Mi reacción de enojo al entrecer
un año en un solo día –dijo Owen, e
zándolo. Él solía ser e
vicción, le dictaban que siempre era mejor ser alia
algo que tiene que ver con cómo
defensa a su favor–, ella vendría siendo alg
con las risas de los demás. Su IQ, varias veces superior a la media, podía funcionar a la altura de las circ
ensé que er
está tu error
dientes y peinarme. Mi pelo solía ser una mara
r. Me acerqué a la imagen con ojo crítico buscando una arruga nueva, otra c
s me hacía olvidar la realidad de ser una mujer madura qu
o de zapatillas y un conjunto de pantalón, camiseta y chaqueta haciendo juego en gris y negro. Decidí es
arse y mis hijos salían a prepararse para ir al colegio. Me hundí en las almohadas sosteniendo una segunda
caer en la cama, con su pelo negro coronado con al
me diste
e su herencia latina, y un envidiable físico que mantenía con una
más, por lo menos como regalo de cumpleaños, pe
poyándome en la puerta mient
yo hoy –dije ap
en el cuello de su camiseta blanca. –
haciendo una cuenta mental de la última vez que habíamos estado juntos, él y yo, a s
rse el pantalón de vestir. Sostuvo mis manos entrelazadas a la
–dije sonriendo perversa y lo sentí contener la ris
ismo se contestó–: que tengamos un
con su hijo, y que provecharían su corta estancia en Londres para disfrutar mi cumpleaños en familia. Por supu
ría completo si mi hijas
astra. Por suerte, al crecer, sus visitas se habían hecho más espaciadas y aprovechaba
umor y sostuvo mis muñecas h
tenemos
se inclinó para besarme cuando una voz
s llegan
labios, y me llevó de la mano de nuevo hasta la
había podido encontrar la última vez que habíamos hecho e
tre dientes. Me dejé caer en la cama, cerran