Apartada Para El Alpha (II libro)
la varias plantas que colgaban pesadamente, como si la naturaleza quisiera reclamarlo todo. Las ramas verdes y frondosas se entrelazaban, creando una capa impenetrable, dejando entrever apenas la textura de la piedra oculta por debajo. Algunas enredadera
ado, sentí el miedo
aciendo un puchero mientras lo miraba-. ¿Qué quieres que hag
de acuerdo. Movió su cola con esa particular forma de comunicarse q
ía, fue suficiente para hacerme estrellarme contra ella con un impacto brutal. Un dolor punzante recorrió mi rostro al chocar mi mejilla contra la piedra, pero no hubo tiempo para procesarlo. De repente, las hojas que
olorida, tocándome la cara
có frente a mí, salpicando agua por todos lados
ara como cristal, tan tranquila que me permitía ver hasta el fondo. Era un lugar tan sereno que me sentí casi fuera de lugar, como si perteneciera a otro mundo. Las orillas estaban rodeadas de hierbas a
nían colores que variaban desde los tonos más oscuros, casi negros, hasta celestes y blancos, reflejando la luz de manera hipnótica. Me sentí atraída por ellos, y sin pensarlo, me incliné hacia adelante, sumergiendo mis manos en el agua fría para tomar uno de los cristales. Al hacerlo, un
istales comenzaron a brillar intensamente, iluminando el ambiente a nuestro alrededor. Una ráfaga de aire fresco se levantó, moviendo mi cabel
onos blanco, celeste, azul, negro y rojo, como si una paleta de colores se hubiera derramado sobre él.
s árboles que se reflejaban perfectamente en el espejo de agua. La cabaña parecía de otro tiempo, de una época olvidada, hecha de madera enveje
no sabía lo que me deparaba el futuro, ni qué significaba este lugar. Al llegar, subí por una pequeña repisa que bordeaba la cabaña, para salir del agua, y
con una sonrisa sarcástica. Lo observé por un momento, y por alguna razó
ramas se extendían como fortalezas impenetrables que parecían proteger este rincón olvidado del mundo. El viento soplaba suavemente, susurrando entre las hojas, creando un eco de voces antiguas que solo el lugar p
ordaba lógica. Algunos parecían surgir de la misma piedra, otros flotaban por encima, desafiando la gravedad. Lo que más destacaba, sin embargo, era esa ave, cuya figura se repetía en muchos de los símbo
iar en ellos, algo que reconocía, aunque no podía entenderlo completamente. Mi corazón latía más rápido, como si de alguna forma, el lu
llaban con una intensidad que nunca había visto antes. Las constelaciones más marcadas se delineaban perfectamente, sus formas marcando
er sentido de tiempo y espacio. Era como si este lugar hubiera estado esperando mi llegada, como si todo estuviera perfectamente orquestado para recibir mi presencia. M
, por un orden que no alcanzaba a comprender. Los árboles, la pared, los símbolos y las estrellas: todo se alineaba de una manera que no podía ignorar. Algo grande, algo i
tado cargando, ese maldito libro que hablaba de la "portadora" y de todo lo que estaba arruinando mi vida. Pasé las páginas con rapidez, buscando el fragmento sobre el lugar do
o en el aire antes de caer al agua, rebotó y regresó hacia mí, golpeándome en la cara y derrapando hasta caer al s
lozos. ¿Cómo iba a hacer para que fueran felices aquí? ¿Qué precio tendría que pagar para mantener
de la mano, sin saber si todavía había "nosotros" o si todo había desaparecido. Desde lo más profundo de mi
me decía que todo lo que había temido estaba comenzando a ha
siedad me estaba consumiendo. Todo lo que quería era que esto fuera un sueño, uno de esos ex
do, se acurrucó cerca de mí, mirando con sus ojos tristes, tratando de brindarme consuelo a su manera. Pero en mi mente so