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El arte de fingir

Capítulo 4 4

Palabras:1199    |    Actualizado en: 18/04/2022

trabajo fue

con ansias ver acabada y entre tanto documento que fui moviendo, se me traspapelaron los que me había dado aquel e

prestando más atenció

la misma deprimente

ue estaba en ese tipo de momento en el que esperas que al menos u

do a una de las conclusiones a las que había llegado Nuria cuando expuso s

", para luego salir corriendo, había m

deseada que mi propio marido que me tenía al alcance de su mano y no se motivaba a tocarme. Si lo hacía, era tan banal lo que compartíamos

o desde el momento exacto en que

lgo para lo que aún no estaba lista, pero si había estado recibiendo mensajes de un número privado q

s mensajes siempre con una sonrisa, no me atrevía a entrar

lo, ya est

ntí desde el piso de abajo a mi marido

a la tina, para darme un baño de espuma con una

ante las ocurrencias que tenia y a veces suspiraba por la manera hermosa que tenía de desearme unos buenos días

ynh

le la oportunidad de demostrar que me veía y podía llegar a desearme aún, salí de la tina, dejando el móvil en el suelo y caminé en punta de pi

mal hecha y cuando tropezó con mi espalda baja mojada y

ios mí

reer lo que e

era quien estaba en nuestra habitaci

e quedé inmóvil, sin saber que hacer ni sen

ponerse duros y sus ojos no dejaron escapar la oportunidad de mirarlos. Mis manos fueron al

, que no pude más que sentir como él vino hasta mí y me abrazó con su propio cuerpo, sentí que me cubrió

tra el otro y mis ojos no podían dejar de ver los dientes de Sergio clavados en sus labios y sentir su frente sobre la mía —te envié u

, más bien durísima de nuestro amigo contra mí, y no podía juzgarlo cuando sentía palpitar mi centro po

z saliera firme, a pesar de estar desnuda entre los grado

r el suelo y joder... resbalar por

ormente acomodó sus palmas a los lados de mi cabeza, contra la puerta mientras yo me aferraba con las dos manos a la sábana que él había

ete nada preciosa, sabes que te quiero y esto... —se detuvo y pude notar que le costaba hablar, estaba avergonzado

da en las sensaciones inesperadas que me habían embargado, l

!—le dije r

la mía sin querer

gas. Te lo supl

a la mía mientras sus ojos navegaban en el océano ansioso de mi mirada y sintien

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