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La reina de las Magnolias

Capítulo 5 Capitulo 3

Palabras:5227    |    Actualizado en: 28/01/2022

jaros de afuera tim

podía pararse en un instante, palpitaba en su pecho de una manera que Susie podía asegurar que le estallaría en un segundo, que daría un clic y dejaría de latir, de vivir. Abrió los ojos perezosamente y lo primero que vio fue la esf

ada en el césped debajo de ella, viendo como este flotaba y se escurría en sí mismo. Tal vez el champagne de esta mañana le estaba haciendo efecto, o el pate de pato era la causa de esa alucinación. Había

se dijo in

Susie trato de hacer memoria de lo que había pasado, y enum

osteriormente, estaba enfadada por, o claro su matrimonio del cual no estaba

alrededor: Un prado de amapolas blancas y rosadas tupidas que lo cubrían y un bosque mordiendo en los alrededores con una espesa oscuridad de pinos y ramas enredadas tupidas de hojas verdes. Miro hacia atrás aun aturdida, con las piernas temblando; cansada, todo su cuerpo se sentía

ba, y porque e

s con las manos, la piel le cosquillo por todos

to Susie — ¡

o se d

a sola, sucia, en un lugar desconocido, incierto. La luz volvió a explotar, esa luz parpadeante de la puerta que la trajo a ese lugar

acer negro, tra

espertarse de la pesadilla que estaba viviendo. Pero Susie solo vio las

or

lorado en su vida y se der

¡Madre!

zo al cielo—. Devu

s que el susur

loro —. Mi fam

hubo r

on los ojos llorosos, irritados en rojo por las lágrimas acuosas y saladas. Miro temerosa al oscuro b

se escuch

un susurro tan bajo y casi inaudible, que podí

go, más allá de su poder, o su c

aba muerta,

dedos enfrente y conto dos dedos. Estaba lucida, dos dedos eran dos dedos, no estaba loca. Se pellizco el brazo hasta que l

uevo los parpados. Conto hasta tres, tan lent

o solo vio el mismo p

o una maldición a lo que

usi

escuchar

la llamaba. Una y otra vez como un susurro de secretismo. Ese bos

te cada vez más cerca susurraba su nombre más fuerte y claro. Tenía la esperanza que

as hayas se entremezclaban en un tejido espeso, ahogando la luz del sol que trataba de arrastrar

te su toque. Vio más árboles y las hojas caer en susurros silenciosos. Las ramas se movían lentamente para enredarse. Los troncos torcidos de las raíces se posaban or

torcidas, con velas llorosas de cera. Crispaban fuerte y susurraban el fuego con llamas tenues

y perdió la cuenta de cuantas veces se tropezó en el camino. Pero cuando se encontró enfrente de la choza, pequeña, con el humo escapando de la chimenea, Susie sintió escalofríos por todo su cuerpo. La cabra estaba amarrada en la

do un rechinido y se asomó por la ventana. Nada más que una tenue luz en la mesa se veía. Toco de nu

n ahí dentro

o resp

zo como miles de tambores a un compás. El ruido no era tan alto como para no escuchar las maldiciones y la

no ves que estaba durmiendo —bra

e, con canas regadas por el fino cabello negro. La barba la tenía mal cortad

ie—. No quería molestarlo, solo… solo es que, quería ayu

manera, tenía el ceño fruncido, mien

ría dejarte pas

cuentro, ni donde estoy en estos momentos—se apresuró a decir sin pensar—, simplemente le esto

orable, se encontraba desarreglada y llena de leña por todos lados, había una pequeña mesa en el centro con unos cuantos platos y una taza enlozada

suficiente. Se abrazó a sí misma, aferrándose a las mangas cortas de su vestido, estaba sucia y

aldea, vendrá pronto —pronunc

ervaba detenidamente; la miraba de arriba abajo tanto que Susie se sintió incomoda. Susie

s mocosa? —preg

erando una rabieta de parte de ella, a simple vista Susie noto que era un hom

ge Inglaterra y mi nombre

tal cosa de

bservo det

que tenía el ceño fruncido observándola, pero había tenido al menos la gentileza de contestarle que no existía tal cosa como Inglaterra. Lo cual era imposible que no existiera, Gran Bretaña estaba en todo

al gusto señor —af

xisten tales nombres

con insistencia y con duda, al ver al ancia

—le dijo el anciano mie

a casa, para buscar un objeto con el cual defenderse, solo deslumbrando un tenedor cerca; volvió su mirada al anciano que cada vez estaba más cerca de ella. Arranco a correr al mesón de la

no la garganta!, ¡¿entiendes

o de enfadarlo, sentía como los ojos le lag

do, ya lo veras —expreso con emoción el

agarro con brusquedad el brazo izquierdo mientras se abrazaba a ella para no soltarla. Susie sintió su respiración en su oído junto con su barba mal cortada en su mejilla

jos ante el conta

u pecho. Unos dedos callosos se posaron en sus labios regordetes recorriendo hasta llegar a la pequ

extranjeros buscan cosas ex

te le escoció la piel. Arranco a correr rumbo a la puerta de salida. Estaba a pocos metros de alcanzar su objetivo cuando sintió e

lor ámbar sobre su muñeca. O cuando se acercó lentamente hacia ella mientras pisaba los cristales rotos del piso, cuando unos se

a gota de sangre escurrió por su dedo. Y sonrió. Se limpio la mano con el cuero vi

۞

merienda. Como las risas de los niños sin preocupaciones. Cálido como los abrazos de su padre, como las sonrisas de su madre.

tocó la frente para alivianar el dolor y miro a su alrededor lentamente confusa, cerro los parpados para acostumbrarse a la luz y abrió de nuevo los ojos: amarillo, naranja, café y tonalidade

pulsa

verse, pero fue la cuerda tirando de su cuerpo lo que sintió. Hubo

cama mientras escuchaba los pasos acercarse y

e más una snowht que una viajera Twyn, mír

res que es una viajera —excl

e les cuentan las abuelas a los niños. Han pasado siglo

o —respondi

tú y yo lo

a, espesa. Muy dife

s impo

eron en el punto más alto el día de ayer. Y la luz se vio en todo e

ilian, lo que brillo. Un protector

y su amante ocupa el trono, como una

l nombre de la reina quede man

e más que venganz

nifica darle un regalo al general, seriamos ricos

xpreso el anciano—, si se la damos, él nos ayudaría a irno

voy a limpiar —me

azo y la zarandeo. Ella no tuvo tiempo de reaccio

niña! —le gri

tan fuerte, que la cuerda le corto la piel, se le marcaron l

taste de nuevo, eres tan débil e inútil que mo

o con ella la estas lastima

e enojado y se sentó enfrente de la mesa, el anciano agarro con la mano una hogaza de pan

enía unos pantalones de cuero negro, que se cernían a su cuerpo y la camisa de lino blanca contrastaba con su piel. Bonita, era la pa

alguna con ella. Susie se acomodó en la cama escuchando el sonido de los cacharros viejos; vio r

e dijo—. Debe

do. Estaba deliciosa, era el agua más dulce que había probado, las gotas de agua

la misma mujer sonriendo—. Es el agua de

no quisiera, si no que no entendía nada y est

o la mujer—, eres bonita, al general le agrad

vender —replico Susie cansada, se

iendo su respuesta—. Claro que tienes hambr

traía un cuenco humeante de sopa en sus manos. La mujer le

to la mujer—. Se

o de líquido por sus labios; estaba caliente, pero sintió como su garganta se lib

usie, tan bajito qu

rido, era amable, Susie veía la compasión en sus ojos, pero sabía que a pesar de que se compadecía de ella. No l

aci

tella rota que le había dado en la cabeza. La mujer agarro los platos y se los llevó al lavabo. Susie vio como la mujer s

os y el fuego daba calor en la chimenea donde se quemaban los troncos secos del bosque. Vio atreves de la ventana,

sus manos una cubeta con agua her

yn —le

zotó la puerta tras su salida. La mujer metió en la cubeta los trapos y los escurrió, para luego pasarlos por su cara y limpiarla, el paño cali

siado sucia

que lo

os momentos más incómodos de su vida; ver como una mujer le pasaba un trapo por su cuerpo como si fuera una nena de tres años que necesitara ayuda. La mujer a cada tanto remoja

le menciono—

arga rojiza lo que había quedado. —Va a sanar —le hablo mientras la limpiaba

idad la frustraba, porque no la limpiaba para a

s baratas —le dijo Susie enfadada—. Solo me ayuda

o nada, siguió limpiando y r

como nosotros. Son raros y son difíciles de encontrar, son le

to—. Solo soy una mujer, co

o, ni como ning

cial, solo soy una joven inglesa educada en Virginia. Y

es mi

secuestro, claro—i

tor, es lo ún

con los paños humados y, cuando veía tierra, pasa

o, Twyn pago la deuda y mi padre como agradecimiento me dio a él como un regalo. No es malo, yo solo me encargo de

uiste? —pregunt

a ha sido

ha las

N

mismo. No se pertenecerían a ellas mismas. No serian libres de tomar sus propias decisiones, se

o la mujer mirándola—. Si el mundo se entera que estas aquí, te cazarán y vendrán a buscarte,

qué? —p

guntes nada y procura no sangrar —le expli

puestas. Le decía que no era como ninguno de ellos. Entonc

regunto Susie—. ¿Cómo

ajeros alguna vez reg

cayó como un bal

lugar? —volvi

clamo la mujer; re

regunta, la mujer la

las colinas de Imogeeth. El emperador dividió las tierras en dos regiones; las tierras de Maia donde esta

una protectora?

ijo entre

tonces? —volvi

, es mejor que

s de agarrar las cosas, e irse

n ante el cristal de las ventanas. Susie vio hacia la calle, donde estaban los pasillitos adoquinados, y los hombres y mujeres resguardados en paraguas. Vio algo en especial, a un hombre que cargaba entre sus brazos un

que esperaba a que terminara de llover, esperand

o simplemente regreso de vuelta a casa. El hombre se quedó un rato más esperando en la lluvia y luego simplemente miro hacia arriba donde estaba ella, sentada observando lo que minutos antes había pasado, la interaccion con su padre. El hombre simplemente la observo por un momento, metió su mano libre en el

alejó de la ventana, agarro el impermeable guardado en el armario y lo abotono para colocarse las botas negras de lluvia

e que no viniera un conductor desorientado y cuando estuvo segura cruzo la calle, camino una cuadra cuando vio el ligero techo de nailon rojo, y miro el letrero del puesto: “Pana

descon

cuando noto que era el mismo hombre d

s vemos—expre

ia atrás, no lo reconocía, no sabía quién

nocerás—respondió a su pregunta n

l local, y se iba para girar en la esquina y

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