LA HIJA DEL EMBAJADOR
un atractivo joven, sentado en un taburete junto a la barra-. Mi intuición femenin
do parecía ponerle ojitos a Cristine y a muchas otras más-. Q
pero he advertido que también te estaba mirando a ti. Es que eres tan hermosa. El vestido de mi madre te queda como un guante. G
guno me pare
humor-. Mira allí traen una bandeja repleta de cop
n voz muy baja al tiempo que rechazaba con e
co dispuesta a dejar pasar la oportunidad-. Una
su amiga-, ahora quiero irme al baño para aflojar un poco las horq
l severo recogido poni
y espectacular que es tu cabello. La señora Victoria te ha hecho
tando como siempre de apreciar la parte buena de las cos
hampán que llevaba en la mano-. Venga, ves al baño y suéltate la melena. Ya v
ga. Tuvo como un mal presentimiento, por lo que
nsó para sus adentros. Iba a regr
cómo ocurrió ya que no lo vio venir de frente. Observó como la mano del desconocido se abría y le arrojaba en la cara un polvo de color amarillento. Parpadeó alarmada preparándose los pulmones para gritar. Era la hija de un diplomado ruso,
grites, solo sonríe
y ella le siguió sin poner ningún reparo. Una lucecita en su cerebro trataba de detenerla pero no fue capaz de prestarle atención, experimentando una sensación similar a la pérdida de voluntad. Obser
zo el cumplido, parándose en el pasillo. Le acogió la cara entre sus manos, eran frías pero agradables al tacto, y
stro con sus pulgares haciendo un recorrido lento que comenzó en la zona donde nacía su cabello y finalizaba en las comisuras de
-. Espero que no te importe que te la haya quitado. Es impo
al mechón de cabello que una vez liberado de la opresión del severo recogido se ondeaba sobre la parte de su mejilla derecha. Q
el menor sufrimiento -le aseguró su insólito acompañante mientras al
a la vista. En su visión actual, aquel hombre poseía una energía desbordante, que fácilmente podía
sona diferente. Ese hombre tenía algo especial. Un poder único que hacía que todo aquel que lo encontraba en su camino lo siguiera y acatara. Y de pronto una
quién
as cejas, de
o s
le la mano con la suya. No se rindió y dirigió sus manos cogidas hacia el pecho del desconocido, a la altura del coraz
sus pulmones devolviéndole
verso me ha enviado.
parecida al de los niños-. Gracias universo,
ncima de su cabeza y comenzó a dar v
ó Axel inquieto mientras le rodeaba
estra de amor, no obstante,
ama! -declaró su prisionera con los
con la mano para amortiguar el sonido de su voz que hizo resonar parte del pasillo. La joven
palma de su mano y se estremeció, como si aquel hilo de vida tuviera un poder sobrenatural. Separó los dedos de su boca cálida y le sonri
hombre se tensaba y con un gesto rápido y preciso la abrazó. Fue entonces cuando las puertas se abrieron y una pareja de mediana edad apareció en la puerta. Don Carisma le atrapó la boca con la suya ahogando el gesto de sorpresa de Alisa. Sus labios eran suaves, dulces y se movían sobre los de ella como una
pero fue necesario. Es
lguna razón su cerebro las aceptaba como normales. Se tocó los labios con la mano, impresionada ante el veloz trote de su corazón. El univer
uieras -inquirió con ext
l q
sorpresa de Axel, que la miraba con un
ció sin rechistar. No sabía a dónde se dirigía pero tenía confianza ciega en el universo. Si él, en su inmensa sabiduría, le había enviado a Don Carisma, sabía lo q
iempo que tomaba asiento en un sillón-, necesito que me prestes at
extraña situación que estaba viviendo. Tenía la piel muy clara y parec
juntó las cejas
tine? ¿Quién e
de hacerlo, parecía todo envuelto en una desconcertante confusión. Levantó los homb
aordinario poder de embrujar. Sus ojos color miel, previstos de resplandores dorados, le fijaban con profunda intensidad
able y divertido contigo, pero debemos cumplir una misió
del cabello. Una tras otra, hasta que liberó el pelo de la joven de la tirantez. Después introdujo los dedos entre los mechones sueltos y los sacud
ado, es una penitencia. Te quedan unas pocas en la p
mpre muy estricta. Para ella soy algo así como una muñeca expuesta en una vitrina. Una muñ
o en seco y la miró
o colocarte las horquillas ni decirte estas t
lzando el dedo índice para dar más valor a su discurso-. Yo diría que está demasiado presente. No me deja respirar. Nunca. «Alisa, no hagas eso. Alisa no comas eso. Alis
arisma se convir
én es
de Axel, que comenzaba a experimentar un muy mal presentimi
si estuviera viva. ¿Es menti
orquillas del pelo, por favor.
iento agitó la cabeza y una mata ensortijada en tono cobrizo fuego le abrazó la cara, los hombros y se deshizo en varias ondas sobre su espalda. Por un momento, Axel se quedó bo
le aconsejó con una expresión de
rebelde y no es propio de una chica co
Intuyo que lo que me cuentas sobre tu madre son recu
lexionando. Poco a poco su gesto grave se sua
e, como si ni ella misma compren
encorvados del agente que atribuyó aquella c
Don Carisma se giró hacia un armario bajo y sac
icho muchos esta noche, pero debes deshacerte de él. No lo hagas
me pidas, pero no
a que te lla
N
uieres que
li
nombre. Lo nom
nte y sonrió complacida-. La gran dama de San Petersburgo. Su p
ieron a Don Carisma en u
comprobado tus datos...varias veces, no h
a sonreír de f