icon 0
icon Recargar
rightIcon
icon Historia
rightIcon
icon Salir
rightIcon
icon Instalar APP
rightIcon

Sangre en la Nieve, Una Vida Perdida

Capítulo 2 

Palabras:1133    |    Actualizado en: Hoy, a las 14:51

etener el flujo. El pay, que alguna vez fue un símbolo de nuestro futuro compartido, ahora yacía sobre la mesa, frío e intacto, un monumento a un amor que nunca existió de verdad. Añ

s de mi abuela, en su pequeña empresa de tecnología que apenas empezaba. Puse en pausa mi propia carrera de diseño, dibujando logotipos e interfaces de usuario para su compañía, trabajando hasta

ón. Era un vacío, frío y absoluto. Fui una tonta, una participante voluntaria en mi propia desdicha. Le

za escalofriante, que la vida que había esperado nutrir dentro de mí, el pequeñ

i visión nadaba, pero un solo pensamiento claro atravesó la neblina: tenía que

delgado que apenas me protegía del frío cortante de la sierra. La anciana detrás de

crecido. -hizo una pausa, sus ojos se suavi

negué con la cabeza, empujando un fajo

s que esto me lleve. A

su mirada se detuvo

olo para poder darte la sorpresa y llevarte en coche a donde quisieras ir. -una sonrisa nostálgica asomó a sus labios-. Estaba tan enamorado, ese muchacho. Una vez, no tenía suficiente para un bolet

dad. Había aparecido en mi puerta, congelado y exhausto, con una sola rosa roja en la mano. H

s dulce, ahora se sentía como veneno. Ese muchacho, el que paleaba nieve por mi felicidad, se ha

hasqueó la len

adero yo. Si alguna vez la pierdo, lo pierdo todo". -sa

stante de la vida que se escapaba. El boleto de autobús se sentía como una piedra pesada en mi

rece que cuesta más que toda esta estación. No dejes que nadie te diga lo que vales,

timo cumpleaños, un símbolo de su nueva riqueza, pero hueco, sin sentido. Arru

ardo estaba allí, con el pelo revuelto, respirando con dificultad. Sus ojos,

azo que me rompía los huesos. Su olor -colonia cara, un toque de desesperación- llenó

aciéndolo pedazos. Sostuvo mi rostro, sus pulgares

dejaré i

Estaba en silencio, entumecida. Adentro, una bufanda de cachemira estaba sobre el asiento del pasajero, y

profundo y persistente que hacía eco del vacío interior. Ricardo, ajeno a to

ncontrar su propio camino. Que tú eres mi mundo, Sofía. Siempre lo has sido. -hizo una pausa, extendiendo la mano para apr

mi espíritu demasiado cansado para las palabras. Él no se dio cuenta. Siguió conduciendo, hablando

Obtenga su bonus en la App

Abrir