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Sangre en la Nieve, Una Vida Perdida

Capítulo 3 

Palabras:1112    |    Actualizado en: Hoy, a las 14:51

día siguiente le envió su carta de despido, citando "diferencias irreconciliables en la conducta profesional". Me mostró con orgullo la

do a toda prisa en la encimera, o una carga de mi ropa recién salida de la secadora. Pequeños gestos domésticos, intentos de remendar el tejido de nuestra vida, pero se sentían como parches cosidos a un fantasma. Me estaba alej

e despertaba agotada, la comida me revolvía el estómago y pasaba las mañanas encorvada

n distante-. Anda una gripa por ahí. Te traje unas medicinas. -colocó un pequeño fra

illas con un sorbo de agua, desesperada por cualqu

. Algo se sentía terriblemente mal. Conduje hasta la clínica más cercana, con las

le y ojos cansados, me miró con grav

aney, está us

ociones contradictorias -alegría, miedo, incredulidad total- me inva

tomó algún medica

de farmacia que Ricardo me había

mbarazo. Especialmente en las primeras etapas. Puede cau

tra mis costillas, un pájaro frenético atrapado en una jaula. La agonizante espera de los resultados del ultrasonido fue el período más largo de mi vida. Cada segundo

lmente regresó, con el

bien. Pero necesita tener mucho cuidado. No más medicamentos s

lagro. La alegría era embriagadora, abrumadora. Las náuseas de antes eran ahora una hermosa confirmación, una p

endo a licor rancio y a algo más: un perfume empalagoso y dulce que no era

ida de una preocupación que ahora

o despectivo

giéndose directamente al baño, la puerta se cerró de golpe con

ón parpadeó, un nuevo mensaje. Mi corazón latía con fuerza, una terrible premonición

de chat. Carmen Wells. Mis ojos recorrieron

s cómo hacer que todo mejore. El señor Jiang est

men. Sabes que siempre los prote

o. Solo desearía... desearía que pudiéramos ser un

ten paciencia. Ya hemos habla

ex abusivo de Carmen. Ricardo seguía jugando al héroe, todavía enredado, todavía haciendo promesas. Mi bebé. Nuestro bebé. ¿Cómo lo llamarían?

e me atascó en la garganta. Otro mensaj

. No cuando me necesitas. Y además, odio la idea de una

relicario. La discusión. El dinero. No se trataba de que Carmen lo necesitara para "calmars

obre el teclado, una furia desesperada e irracional me poseyó. L

adora! ¡Aléjate de mi

uando el mensaje se entregó, la puerta del baño se abrió con un crujido. Ricardo estaba

ofía? -su voz era baja, peligrosa. El

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