Su cruel broma, mi corazón quebrado
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rma, Elena, y te llevaré a la graduación"- era lo único que me importaba. Me
a verdad. La promesa era una broma cruel. Para él y su verdadera novia, Gigi, yo solo era
e hubiera importado. Luego, con un reporte malicioso, logró que me revocaran mi beca para el Tec d
había amado toda mi vida, el que se suponía que era mi protector, habí
a de la mudanza, vibrando de emoción por nuestro futuro juntos, lo dejé hablar sin
oy ahí,
ítu
minadora; al siguiente, el mundo dio vueltas y me desplomé en el suelo del g
e había hecho una promesa. "Ponte en forma, Elena, y te llevaré a la fiesta de graduación", me había su
ue deseaba desesperadamente. Un futuro en el que no era sol
una lucha silenciosa que nadie entendía de verdad. Los medicamentos, los desequilibrios hormonales, los antoj
s músculos gritaban. Me negué todo consuelo, todo antojo. Mi nutrióloga me advirtió sobre la ráp
nas horas, me obligué a tomar un poco de jugo y luego volví al trabajo. Hoy era el cumpleaños número dieci
ceta especial, algo más saludable que ni siquiera notaría, pero aun así rico y decadente. Cada movimien
un bajo retumbante que hacía juego con los latidos nerviosos de mi corazón. Respiré hondo, me ajusté el vestido -uno nue
do de sus compañeros del equipo de fútbol americano, carismático como siempre, con una sonrisa deslumbrante. Y entonces la vi a ella.
o de Damián. Era una imagen de intimidad casual. Mis manos temblaron, el pastel casi se me
uda y empalagosa,
cansé. Todo el mundo cre
Me quedé helada, mi corazón latiendo con fuerza en mis oídos. La puert
versión-. Todo es parte del plan, ¿no? Mantiene tu repu
la respiraci
-se quejó Gigi, apoyando la cabeza en su hombro-. Se ve ridícula,
ra ardía. Cerda
umpleaños? Que Elena por fin entienda que preferiría mil veces picarme los ojos con ag
cía eco de los susurros maliciosos que había escuchado en los pasi
a? -preguntó uno de sus amigos, riéndose
illante, la verdad. Todos piensan que Damián es súper "lindo" por tolerarla.
como una piedra. No podía moverme, no podía respirar. Mi plan cuidado
de Damián, su voz bajand
e verdad crees que es una
un suspiro fu
onadas conmigo al punto de ser una encimosa de quinta. Honestamente, sus int
como si hablara del clima. No de mí.
aba hacia abajo. Mi pastel meticulosamente horneado se deslizó de mis dedos entumecidos, cayendo suavemente sobre la alf
a músculo adolorido, cada pensamiento esperanzado de que él me viera, que realmente me
se repitieron en mi mente. No como gestos de afecto, sino como piezas retorcidas de su actuación. Siempre ha
gorda" resonaba, no solo de esta noche, sino de innumerables veces antes. Burlas de otros niños, c
él. Me había permitido esperar que viera algo en mí que nadie más veía. Algo más allá
ágrimas, pero aún podía ver el pastel, desechado como mis sentimientos, en el suelo. Me di la vuelta y corrí. C
o resplandor de un farol, me derrumbé en el suelo y sollocé. Un grito gutural, desgarrador, que venía de lo más profundo de mi ser. Mi cuer
or hacerme creer. Por
yentaba, con sus pequeños puños cerrados. "¡Dejen en paz a Elena!", gritaba. Incluso una vez me hizo un vestido a medida para una obra de teatro escolar, de un hermo
amarga verdad. Esta noche, Damián había deseado que yo desapareciera de su vida.
. No eres más que un mentiroso cruel, muy cruel. -Esta vez, las lágrimas