Su cruel broma, mi corazón quebrado
ntro de la multitud voraz. Los susurros se convirtieron en burlas abiertas. "Míral
tado incapaz de recuperarse, y me estrellé contra el suelo. Mi codo golpeó el d
. Alguien sacó su teléfono, graband
ronca, las lágrimas nublando
e abalanzó sobre mí. "Miren a la ballena, varada". "Se lo
sentía que mi alma se desangraba. Me levanté como pude, ignorando el dolor punzante en mi brazo, y corrí. Corrí m
ededor, frío e implacable. Me apoyé en la barandilla, mi respiración entrecortada. Me odio. E
timiento por haber creado este monstruo de autodesprecio? ¿O simplemente se sentiría aliviado de que la "cerda gorda" finalmente se hubiera
primero un suave golpeteo, luego un aguacero constante. Agradecí la
vista, mis ojos inyectados en sangre, para ver a Damián. Estaba allí, mirándome con una expresión indescifra
nte suave sobre el tamborileo de la
atado, dio un débil
inuó, con un toque de exasperación en su tono-. Sus padres son increíbl
ausa y lue
graduación. Podemos hacerlo oficial. Tal como lo planeamos. -Sus p
a su habitual loción con aroma a cedro, un aro
e, un pequeño gesto infantil que usaba cuando intentaba convencerme. Noté que los lóbulos de
ón pop empalagosa llenó el aire. Miró
raguas en mi mano. Se alejó unos pasos, de espald
lana, desprovista de toda calidez-. No te atrevas a
paraguas que ahora se sentía como una burla, la