De la Humillación a la Reina de Nueva York
ista de So
ción, un escalofrío recorriendo mi espalda. Apreté la bandeja con más fuerza, mis nudillos blancos, y forcé una son
os practicados y precisos. La charla en la habitación era bull
de los hombres, levantando su copa-. Ese consejo legal que me d
ntimiento cortés, su
i trabajo, s
jer-. Eres brillante, Damián. Y tan í
de champán. Los elogios a Damián se sentían como un insulto dire
ó el señor Dávila, su mirada deteniéndos
mi voz apena
of
. Ven, siéntate aquí. -Palmeó el asiento vac
Sentarme? ¿Con ellos? ¿Y Damiá
yo rostro no pude ubicar del todo, señaló el asiento vacante directamente al lado de Damián-
tó en mi piel. Esto era una pesadil
ó la tensión, fría y
no asociarme con... cierto tipo de gente. -Su mirada me recorr
a mi corazón. Mi cara ardía, un rubor furioso subiendo por mi cuello
endo el cambio de atmó
ndose por su rostro-. No importa, Sofi. Puedes quedarte aquí conmigo. Y no te preocupes por los demás. Solo por quedarte a
contra mi piel. Era el precio de mi humillación, la moneda de mi
or. Es usted
e inclinó, sus labios rozando mi oreja. Me congelé, mis músculos se bloquearon,
a y autoritaria-. Mi vuelo sale en treinta minutos. Nece
uspiró, soltándom
Damián. -Aplaudió-. ¡Muy bien todos, se
ería reír, llorar, gritar. Me mordí el labio, saboreando sangre. El dinero en
susurré, un mantra a
alí del salón VIP, el pasillo estaba vacío. Hasta que Dami
Ciertamente has encontrado tu vocación. Jun
ira, quemando los últimos
construyó su carrera sobre mentiras? Parece que ambos
rígido, sus ojos l
r buena y honesta. Tú, por otro lado, te niegas a reconocer tu
eíste, a pesar de conocerme durante años? ¡Elegiste condenarme basándote en "evi
lante, su voz b
s acciones violentas y sus lá
-. Nunca miraste más a fondo. Simplemente te tragaste su historia entera. Y
n su sien
mientras yo lucho por la justicia. -Me miró, sus ojos llenos de una decepc
andonaste? ¿Mejor que la mujer cuyos padres murieron por tu supuesta "justicia"? -Mi pecho se agitaba de
or cruzando su rostro, rápidament
aseguraré de que enfrente todas las consecuencias de sus acciones. -Hizo una pausa, su mirada endu
erándose de mí-. ¿Es por eso que todavía me esperas en callejon
uelta y se alejó, el clic de sus zapa
ento. La ira se desvaneció lentamente, dejando atrás u
. Era un número desconocido.
nética-. Hablamos del Hospital San José. Su he
do se