Una Noche, Su Legado Oculto
ila
una muñeca de porcelana rota. Carlos, mi roca, parecía veinte años mayor, sus hombros pesados con el peso del duelo y del imperio en ruin
n de Julián, de la 'emergencia académica' de Helena. Me había perdido el adiós, s
rca de la parte trasera. Marcos Dávila. El hombre que me había atacado en el apartament
simpatía. Sus ojos, sin embargo, estaban fijos en mí, un brillo depredador en el
acia de mostrar su cara aquí,
s, dando un paso adel
s... una pequeña muestra de mi arrepentimiento. -Extendió el sobre hacia mi madre-. Para
e pesos. La cantidad exacta que Carlos había "donado" al laboratorio de Julián. La ir
sucio, Dávila -escupí,
l estrés de las... recientes dificultades de su empresa. -Hizo una pausa, sus ojos entrecerrándose ligeramente-. Saben, al
o? El rostro de Carlos se puso blanco.
o? -exigió Carlos, su
correo, y un poderoso imperio se desmorona. Y un hombre poderoso... cae. -Me miró directamente-. Qué lástima. Si tan
espalda. Estaba hablando de J
z temblando de furia reprimida-. ¡Le enviaste un c
, su voz bajando a un susurro teatral-. Pero verás, Camila, algunas personas son muy buenas para encontrar 'información'. Especialmente sobre cosas que se supone
e Helena. Sabía de los cie
sidiosa-. Simplemente te vio como un medio para un fin. Un medio de cien millones d
profanando la memoria de mi padre con sus grotescas insinuaciones. El dolor de la muerte de mi padre
leada desesperada e incontrolada de furia. Mi palma conectó con
rdían con puro odio. -¡Maldita perra! -rugió, escupiéndome las palabras-. Acabas de sellar el destino de
pero dos de los hombres de Dávila, que se habían mater
tu pequeña escapada con su preciosa Helena. Sabe que lo drogaste. Sabe que te le insinuaste. Y te odia
odiaba. La única noche que había robado, el único moment
ián. Sus ojos, fríos y duros, recorrieron la escena: Dávila, los hombres, mi familia angust
na palabra, Julián se acercó a mí, su mirada glacial, y me dio una bofetada que me volteó la cara.
nocimiento-. Cómo te atreves a profanar la memoria de Catalina mencionando su nombre en la mism
traición que por el dolor físico. Realmente
lián, cariño, ¿está todo bien? Escuché un alboroto. -Sus ojos se deslizaron hacia mí, un destello de mali
hacia Helena, su expresión suavizándose al instante. -No es nada, Helena. So
a, rota-. ¡Lárgate del funeral
a. Simplemente continuó guiando a Helena hacia afuera, dejándome allí de pi
uien se apoyaba en él, frágil e inocente. Mi ira, mi dolor, mi humillación, todo convergió en un
o una mezcla de conmoción y furia
i mano cubriendo la marca ardiente en mi
manchada. Y el hombre que una vez amé, el hombre que una vez creí que podría salvar, me ha
en un bloque de hielo. Ya no había vue