Mi hija robada, mi vida destrozada
ista de So
e indiqué al taxi un destino que no había visitado en años: la hacienda de la familia Montes en Morelos. La madre de Ricardo, la señora Montes, era una mujer de carácter formidabl
a imponente, un monumento a un linaje aristocrático en decadencia. Un agudo contraste con el penthouse frío y moderno que compartía con Ricardo. La criada, u
, es tarde. ¿E
avor. Es urgente. -Mi voz era firme, sin tra
de respaldo alto, con un chal de cachemira sobre los hombros y un crucigrama a medio terminar en su regazo. Su
a estas horas? -Su tono era educado,
nto doblado. Era el informe preliminar del tipo de sangre del hospital, que indicaba
aja y uniforme-. Como puede ver, su tipo de sangre es AB Negativo. El mío
, un destello de conmoción en sus ojos. Su
ofía? -preguntó, su voz a
mi hija biológica. Y Ricardo lo sabía. Intercambió a nuestros hijos al nacer. Mi hija, la que me dijeron que muri
para asegurarse de que eran reales. Su rostro, usualmente tan compues
aría -susurró, más par
e declararan emocionalmente inestable, para drogarme y confinarme, para eliminarme "permane
enza profunda y profunda. Me miró, realmente me miró, y vio el
ó la mano, temblando ligera
impercep
nque le aseguro que eso vendrá. Necesito mi libertad. Necesito desaparecer. Y necesito encontrar a mi hija. -Una sola
najes girando en su mente, sopesando la reputación, el ho
a nuestro apellido. Pusiste tu corazón en esa niña. Convertiste Garza Bienes Raíces en un imperio mucho más allá de lo
ije, mi voz apenas un s
o suspiro escapándosele. Cuando los abrió d
su postura regia a pesar de su edad-. Considéralo hecho. Yo me encargaré de todos los asuntos legales. A Ricardo se le entregará
a estrella lejana, apareció en la v
gré decir, m
feroz resolución-. Vete, y no mires atrás
eñora Montes, la determinación férrea en sus ojos, me habían ofrecido una extraña sensación
ó impasible, mis movimientos precisos. Me sumergí en el trabajo, lo único que se sentía real, lo único que podía controlar. Trabajaba hasta altas horas de la noche, el silencio de mi
ctrónico personal. Un correo anónimo. La sangre se me heló. Sab
ada, tomada de forma encubierta. Mostraba a Ricardo y Karla, en mi oficina, sob
voz espesa de lujuria-. Sofía es tan fría a veces, ta
baja y triunf
e una madre de verdad, una famil
construido, de todo en lo que había creído. El video terminó, pero las imágenes quedaron grabadas en mi mente. Lo vi de nuevo, y luego ot
, haciéndome sal
alabras, una vez reconfortantes, ahora se sentían como veneno. Miré mi teléfono, la pantalla todavía mostrando las
asco me subió por la garganta. Venía a casa. A mí. A su farsa de matrimonio, después de der