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Mi hija robada, mi vida destrozada

Capítulo 3 

Palabras:1254    |    Actualizado en: Hoy, a las 14:57

ista de So

lic familiar, luego la voz estruendos

or colgando de una mano y una sonrisa amplia y practicada en su rostro. Se veía impecab

giendo concentración. Mi corazón martilleaba, un tamborileo frenético co

, mi voz plana, si

ocas zancadas, exudando un au

. Me moví sutilmente, girando la cabeza para que sus labios rozaran mi cabello en su lugar.

pequeño para compensar mis noches tardías. -Sacó un delicado collar

tracción brillante de la podredumbre que se pudría bajo nuestra fachada perf

ía y suave como los diamantes mismos-. Pero

vaciló li

do genuinamente confundido. Estaba tan acostumbrado

e. Ricardo se giró, la mo

-murmuró, ya movién

e me heló.

un pequeño regalo envuelto brillantemente. Sus ojos, inocentes y gran

queño detalle adorable y pensé en Camila. Y casualmente estaba en

ula, casi oculto por su barba incipiente. La pelea en el callejón. La pelea en la que había estado hace horas, antes de enviarme un mensaje sobre su "

osaron en el collar de

n... ella. -Su tono era un poco demasiado entusia

la garganta, de

a Sofía no le entusia

vios-. Pero por eso te queremos, ¿verdad? -Entró en el apartamento, su mirada recorriend

recer despreocupado, ca

ponértelo -me engatus

eptiblemente, inclinándom

toy ocupada. Y m

a. Estaba perdiendo el control de la narrativa,

jos brillando-, ¿quizás podría pedírtelo prestado a

reclamando su territorio, justo frente a mí, con mi espo

osamente tranquila-, creo q

isa se

mesa auxiliar, sus ojos darting entre Ricardo y yo. Un mensaje silencioso pasó entre ellos, una mirada rápida

su voz inusualmente tens

n el piso de mármol. Ricardo la vio irse, sus ojos demorándose en su figura en retirada, una mirad

ra el descaro flagrante, la intimidad abierta, la form

voz apenas un susur

su expresión confu

blas, Sofía

za comenzó a palpitarme. Necesitaba aire

ue iré a la oficina. Han surgido algunos asuntos urgentes.

uina preocupación, o quizás irritación, en su voz-. Cariñ

é, una risa amarga burb

, mi mirada fij

, Ricardo. Ya

ador, escuché su suspiro, u

para sí mismo. Las puertas del

el metal frío, mis ojos apretados. La imagen de Ricardo y Karla, entrelazados en mi escritorio, brill

soledad. Fui directamente a mi escritorio, el escenario de su traición. Mis ojos se posaron en la superficie pulida y sentí una nueva

de emociones crudas. Ira, sí, pero también una resolución fría y calculadora. Pensaron q

ad del edificio, mi corazón latiendo con una mezcla de miedo y sombría determinación. Cada ofic

ables. No solo para mí, sino para el mundo. Par

e me cortó la respiración. Este era el momento. El momento de la verdad

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