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Mi hija robada, mi vida destrozada

Capítulo 5 

Palabras:1213    |    Actualizado en: Hoy, a las 14:57

ista de So

illones de color rosa y morado, serpentinas y un recorte de unicornio de tamaño natural. Los invitados, en su mayoría amigos de la sociedad y socios de negocios, se mezclaban con

pastel, sosteniendo una jaula grande y ornamentada. Dentro, un

rla, su voz goteando dulzura artificial. Le pres

nzando inmediatamente la jaula-. ¡

, dada sin consulta, otra cuña clavada entre yo y la niña que había criado. Ricardo, por supuesto, sonreía

i sonrisa fija, mi vo

as en el penthouse. Camila es alérgica al pelo de los animales. -Fabriqué la alergia. Odi

reemplazada por una mirada d

.. a Camila le encantan los animales. Quería hacerla feliz. -Sus

te defensivo-. Camila siempre ha querido un cachorro. ¿

las reglas, Ricardo. Y las alergias son serias. Karla

rillando con un breve y feo resentimient

la razón. Qué desconsiderada de mi

do la tensión,

¡Mami, por favor! ¡

icas, mi mirada

uno de los empleados para que ay

za inclinada en una muestra de falsa humildad, fue conducida por un conserje, el cachorro g

sollozando, afer

llevó a mi perrito!

ana, Karla la heroína. Era exactamente lo que habían cultivado. Mi corazón dolió, una punzada profund

lpeando una copa de champán con u

dos por venir a celebrar el cumpl

ermosa familia". Mis ojos, sin embargo, estaban en los suyos. Tenían un tipo diferente de cal

l que se ha convertido en una parte indispensable de nuestras vidas, y especialmente de la vida de Camila. Alguien q

, pesado con un pavor tácito. Karla, que acababa de regresar,

do, radiante-. Un papel verdaderamente apropiado para algu

orrientes subterráneas, aplaudieron educadamente. Karla, con una sonrisa triunfan

elicado relicario de oro, y lo col

un pedacito de Tía Karl

zó a Karla

la! ¡Eres la mejor

sas falsas y risas huecas. Mi propia niña, la que había nutrido, amado, la había elegido públicamente a ella por encima de mí. Ricardo, mi esposo, había orquestado esta humillación pú

mila, pequeña y acusadora, cortó mi aturdimie

ías. Y ahora, me veía como la enemiga. La ironía era un sabor amargo en mi boca. Mi propia hija biológica estaba por ahí en alguna parte, ab

o de humor, se me acercó, s

, di unas palabras. Eres la madre de Camila, después de

en que esperaban que actuara, que interpretara el papel de

ó en silencio, todos los ojos en mí. Respiré hondo, preparándome para

rtió por la espalda, exponiendo mi piel. Un jadeo recorrió la multitud. Mis mejillas se sonrojaron, no de vergüenza, sino

ugaz destello de triunfo, rápidamente enmascarado por una mirada de fingida preo

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