Esposa Invisible, Corazón Roto y Divorcio
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on Román Sánchez. Durante cuatro años, fui su
una pesadilla cuando su amante
de que él me abandonara para
la doctora me confirmó que est
do, Román celebraba el falso embarazo de
ento, el a
eles de divorcio disfrazado
í, Román.
pueblo, sino también mi libertad y la de nuestro
ítu
na
r tan bien. Mis pasos resonaron en el mármol, cada eco era como un conteo regresivo.
años de un matrimonio que nunca fue mío, sino un sacrificio para salvar lo poco que quedaba de mi mundo. Román Sánc
a tan predecible como el amanecer. Elías Montañez, su mano derecha, me lanzó una mirada
s", dije, mi voz sonando extrañamente tr
r, se posaron en mí. No había reconocimiento, solo una fugaz irritación por la i
ía el alma. Luego, sus ojos se detuvieron un instante en mi rostro. No era por aprecio, lo sabía. Era c
Elías saliendo de mis labios con una facilidad que me sorprendió. Él me miró, una chispa de comprensión en
í, mi voz ahora más firme, con una
e su escritorio y, sin molestarse en leer, garabateó su firma en la línea punteada. Cada
puerta del estudio se abrió y Nilda Campos entró, su figura esbelta envuelta en un vestido de diseñad
e colgaba de su cuello. Él le respondió con una sonrisa que nunca me había dado,
eguntó Román, aunque su tono
saludarte. Pero veo que estás ocupado con... asuntos domésti
. Tenía que salir de allí antes de que mi e
trabajo", Nilda dijo, su voz goteando ironía. M
, que era poco más que una celda de lujo. Un silencio opresivo me recibió. El aire estaba viciado, pesado con
fume de Nilda, mezclado con el aftershave de Román. Venían de
scena que encontré me perforó el alma. Román y Nilda estaban envueltos en un
a pizca de incomodidad destellaron en ellos. Nilda s
preguntó Román, su voz tensa
que la criada tiene curiosidad.
da. Y tú lo sabes. Necesito que Román lea esto"
preguntó Román, toman
estrales de mi comunidad en Oaxaca", respondí, con una
n y enfado en sus ojos. "Alina, ¿de q
te la devolución de las tierras a mi comunidad. Ahora son
cama, el papel temblaba en sus manos.
tro años esperando este momento. ¿Creíste que me quedaría de brazos cruzados mientras
so. "¡No la escuches, Román! Está loca, des
ro mi libertad. Y la de mi pueblo", re
h? Creíste que podías engañarme. Te conozco, Alina. Eres
que llevo dentro tampoco lo será", revelé, mi mano yendo instinti
ón, de la casa, de su vida. Mi cuerpo temblaba, pero no d