El arrepentimiento de mi ex-marido, mi nuevo comienzo
a rendija de luz. La empujé más, entrando en la calide
el traje que tenía en la galería. Se había puesto una bata de seda, mi bata de seda, la de color gris carbón que
o. Demasiado relajado. Un olor extraño flotaba en el aire, una mez
olvió el
laré, mi voz plana-. ¿Finalme
a dirección de nuestra recámara. Nuestra
poró, reemplazada por una tensión rígida. Se movió rápidamente, casi frenéticamente
susurro, teñida de preocupac
umbroso vino de detrás
un poco
levándose-. ¿O simplemente term
suavemente, abriendo la puerta lo
preguntar, su voz
ia, igualmente ahog
.. rompí algo. El marco de su fot
oto. Nuestra foto de bodas. La que est
cir palabra, abriendo
is mantas de cachemira. Su cabello todavía estaba húmedo, un mechón pegado a su m
o resonó en la habitación cuando mi palma conectó con su mejilla. Su cabeza s
lo, un suave jadeo es
esconocido, mezclado con el leve olor antiséptico de una venda nueva. En mi buró, los fragmentos d
conducía a mi santuario privado, estaba entreabierta. Podía ver toallas húmedas colgando del borde de mi tina con patas, un ani
subió por mi garganta. Mi ho
ante, acunando a Kalia. Apretó mi
o con una furia que nunca había visto dirigida hacia mí-.
na, rompió mi foto de bodas y ahora se hace la víctima en mi recámara? ¡La qu
, mirándome con a
a limpiarse. No quiso romper nada. Estás exagerando, co
alma para crearlo, era un patio de recreo para su amante. Durante años, había reprimido mi propio ingenio agudo, había limado mis asperezas, para ser la esposa comprensiva que él necesitaba. Había aprendido a ap
na -exigió, su voz baja y a
no caían lágrimas. Todavía no. Solo lo miré fijamente, al ext
z apenas un susurro, pero f
estaban llenas de asco y decepción. Las m
n largo y frus
o, su voz cargada de veneno-. Una
epción. Eso era. Eso era todo lo que yo era para él. Todos los
rio, una vida de lujo y realización artística. Había creído en él cuando nadie más lo hacía. Había
ermitiría este dolor.
ma. Estaba ligeramente amarillento en los bordes. Lo había encont
ellos, el sobre aterriz
s -declaré, mi voz c
esado y sofocante desce
a brotó de Damián. Miró el sobr
te juego? ¿Este viejo truco? -Recogió el sobre, sacudiendo la
timos clavos en el ataúd. Kalia, todavía en
envenida de la agonía abrasadora en mi corazón. El último deste
azón roto. Se lo había presentado, esperando que fuera una llamada de atención. Él se había enfurecido, luego se había arrepentido, rogándome que me quedara
. Y él lo había dado todo por sentado, pieza por pieza, hasta que me vio no como una compañera, sino como un obstáculo. Y con cada transgresión, cada acto de negligencia, me encont
sta vez, no lo estaba poniendo
había quitado antes, en el taxi, el metal frío sintiéndose extraño contra mi piel. Recordé haberl
truco, Damián. Esto es todo. Y no habrá una pró