El arrepentimiento de mi ex-marido, mi nuevo comienzo
adora. Siempre estaba evaluando, siempre sopesando. Antes se tr
or qué estás tan molesta. Es solo un coche. Damián y yo, tenemos algo mucho más profundo que las po
a, un destello de
a de mis raíces. No necesito coches de lujo ni mansiones para definir q
tomando una resp
or... las expectativas. Las cosas podrían haber sido diferentes. No hab
. Recordé a Damián. Un arquitecto joven y ambicioso, recién salido de la UNAM, rebosante de talento pero sin los co
ba encorvado sobre los planos, alimentado por café rancio y un deseo ardiente de demostrar su valía.
presenté a la gente adecuada, invertí millones. Cambié mi propia carrera en ascenso en la inversión de arte -una habilidad que heredé de mi madre- por noches
había casado por interés, sobre la suerte que tenía de tenerme. Yo solo sonreía, sosteniendo su mano, creyendo qu
la correa de oro. Resentía los mismos cimientos que lo levantaron. Y ahora, esta
ia me devolvi
e queda con el asiento del coche. Se trata de quién
ner su hipocresía, recordarle cada centavo del que se había beneficiado. Pero e
ectoramente envuelto alrededor de Kalia. Tenía ese ceño f
nó ligeramente hacia él, una flor frágil buscando refugio. Era una
da, solo alimentaban su narrativa. Necesitaba una nueva estrategia. Una que
, una leve sonrisa j
rpretas. No estoy luchando por el asiento del coche. Solo te e
ron, las lágrimas mome
caba-, me pregunto, Kalia, ¿realmente sabes en qué te estás metiendo? ¿O solo eres una distracción
u rostro, ya pálido por la confrontació
s insinuando? -exig
esta mujer, esta "musa" tuya, es simplemente un proyecto. Un proyecto muy caro, podría añadir. ¿Estás seguro de que
por el pelo, sus ojos sa
adora artística. Estás tergiversando las cosas. -Se volvió hacia Kal
la molestia, Damián. Estoy harta. Y en cuanto a tu "amiga", parece ser toda una
el estómago. Se tambaleó, su
to débil -susurró, s
de inmediato. Le pasó u
que has hecho! Es f
na-. No lo es. Ella ent
Damián-. Voy a llevar a Kalia
irando el Porsche. El
si recordara algo-. No, espera. La llevaré a su casa. Tú toma un taxi. Te recogeré mañana.
is palabras, ansioso por complacer, por impresionar. Solía tomar mi mano, su tacto enviando escalofríos por mi e
ntras desestimaba mi dolor como una simple "molestia". La veía a ella como una flor delicada, necesitad
copiloto de mi Porsche. Le abrió la puerta, la ayudó a entrar. Incluso le
an, el elegante coche negro desapareci
ón de la galería, antes un telón de fondo vibrante, ahora sonaba hueca y distante. Est
Era una farsa. Y yo estaba c
de música clásica en mi bolso. A Damián le encantaba la música clásica. Yo solía odiarla, pero aprendí a apreciarla por él. Compré estos bo
sé en el pequeño y caro ramo de lirios que había hecho entregar en su o
to, y tomé mi asiento. El asiento a mi lado permaneció vacío. El asiento
í los violines ascendentes ni los timbales retumbantes. Todo lo que oí fue el eco de los sollozo
s lirios. No había
ad se veían borrosas a través de la ventana del taxi de camino a
El Porsche de Damián. Estaba estacionado en la entrada. Un nudo de