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La traición del cirujano: La venganza de una esposa

Capítulo 2 

Palabras:1253    |    Actualizado en: 17/12/2025

Leí la inscripción de nuevo, esperando que mis ojos me estuvieran jugando una mala pasada, que tres años de m

nas reconocí. Me volví hacia el jardinero, mis manos temblan

rocedió, dando

para... para esto. -Señaló vagamente el monumento del perro-. El señor Mendoza

Arturo. El nombre sabí

ia risa, frágil y aguda-. ¿Mi madre, remo

dinero se movier

En el mar. Dijo que ella amaba el mar. -Murmuró, desesperado por escapar de m

cabulló, dejándome sola

ndo de bloquear el rugido en mi cabez

había curado meticulosamente en la clínica, desesperada por borrar todo rastro de mis antiguos verd

as a a

na serpiente, un veneno familiar. Me congelé. Arturo. No lo había oído acercarse. S

impecable como siempre, con un ramo de lirios en la mano. Sus oj

ron de alta. ¿Por qué no me av

rmaneció fij

desprovista de emoción, un escudo deliberado c

ina confusión en sus ojos. Debía haber esperado

renda está en casa,

un fragmento de vidrio en mi garganta-. ¿Dó

sonido lar

do. Una despedida tranquila, junto al mar. -Ofreció una sonrisa débil y conciliadora-. La pequeña Princesa Peluchita de Brenda, que en paz de

as resonaron en mi me

que es "apropiado" reemplazar a la mujer que te dio su riñón, que sacrificó to

se endu

e amaba a los animales. Siempre decía

ompiéndose-. No te atrevas a fingir que sabes lo que ella quería. No

lla resonó en el silencioso cementerio. No se inmutó, no se movió para bloquearla. Solo s

emblor de una emoción desconocida debajo de ella-. Dijo que

á de la tumba, mi madre sigue siendo una amenaza para su preciosa imagen. -Señalé la lápida del

io, extendió la man

onos a casa. Descansa un p

terrizando suavemente sobre la piedra fría. Un impulso repentino y violento se apoderó de mí. Pateé la base de la lápida. El mármol

rró de

o? ¡Detente! ¡Estás

abrigo se subió, exponiendo las tenues líneas moradas en mi muñeca donde las correas me ha

or primera vez, mostraron un de

su voz perdiendo su compostura hab

sonido seco

informes diarios? -Volví a hundir las manos en la tierra, arrancando la hierba, ignorando el dolor mientras mis uñas se ro

stro ilegible, sus ojos todavía fijos en m

dijo, su voz plana-. Solo... no

la espalda recta com

rte. No tenía pala, solo mis dedos, pero no me detendría. Se había ido. Pensaba que yo estaba más allá de la salvación, más allá de la raz

aron mientras la sacaba de la tierra. Arranqué la tapa, esparciendo el fino polvo blanco en el fresco viento de otoño. Se arremolinó, una nube fan

mi teléfono, tomé una foto rápida y borrosa de la tumba profanada y se la envié

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