El Pacto Roto Por La Envidia
eya
poco? Van a asustar al bebé." Su mirada se posó en Daniela, que seguía en el suelo, aferrada al niño, fingiendo un desmayo
uz? ¿Por qué no lo dijiste? ¿Es un niño o una niña?" Su vo
lar. Sus ojos estaban inyectados en sangre, llenos de un miedo primitivo. "¡Mireya! ¿Qué pasó con el bebé? No me asustes, por favo
que me quemaba. "No hay bebé, Marc
ser. ¿Cómo que no hay bebé? ¿Qué dices? ¿Cómo puede un bebé de c
ras su padre estaba ocupado con su 'hermana'?" Mi voz era un susurro helado, cada palabra una astilla d
uda y visceral lo invadió. "Mientes... Mientes para hacerme daño. Siempre has sido así. ¿Dónde está mi hijo, Mireya? Dime. Lo mandast
s. Murió porque preferiste a Daniela, a su falso ataque de pánico, que a la vida de tu propio hijo. Mient
aba en peligro... que se había cortado... Tenía mi
¿A tu esposa, que llevaba a tu hijo en su vientre, no me creíste? ¿No sentiste mi miedo, mi dolor? ¡Mientras los g
yo, el de la pérdida que acababa de enfrentar. Sus ojos suplicaban perdón, buscaban una pizca de
Marcelo preguntó de repente, su voz apenas un susurro, como si
e dijeron que te odiaban por lo que les hiciste. Dijeron que t
stro estaba pálido, sus ojos desorbitados. Se levantó tambaleándose, agarrando al bebé con fuerza
mis ojos fijos en los de Marcelo. "Marcelo, quie
onfusión. Efraín, tratando de sonar razonable, dijo, "Mireya, por
perdí. No hay nada de qué hablar. Mi decisión está tomada," respon