Su Venganza Se Alza del Manicomio
ue, rodeada por el silencio atónito de los compradores restantes y los flashes de los paparazzi. El aire aún vibraba con las réplicas de la
ilia, los Ferrer, era un nombre susurrado con reverencia en ciertos círculos de las Lomas y Polanco, un nombre sinónimo de poder, riqueza y un sentido casi asfixiante de tradición. Su riqu
, lo había salvado durante esa terrible experiencia. Ella había llegado a la escena, sin aliento y llorosa, justo cuando la policía lo rescataba, agarrando su mano y tejiendo una historia de heroísmo que todos, esp
inentes, pero Carlos me resentía por ello. Me veía como un deber, un compromiso, nunca el verdadero objeto de su afecto. Yo, por otro lado, lo había amado con una devoción feroz e inque
era sostenerlo adecuadamente. Alicia, consumida por sus celos y obsesión con Carlos, había saboteado el equipo de reanimación neonatal, asegurando que nuestro hijo se asfixiara. Ella afirmó que nació muerto, una consecuencia trágica de mi supue
ra, mi maternidad, mi propia identidad. El mundo exterior creía que yo era una heredera adicta a las drogas, inestable y peligrosa. La familia Robles, mi propia sangre, me
revivir, a crear estrategias. Encontré un aliado improbable en Julián Carrillo, un capitalista de riesgo despiadado internado por sus propias razones. Vio el fuego en mis ojos, la injusticia en m
de México no fue un cap
ya estaba allí, un centinela silencioso esperando en el elegante auto negro. No preguntó sobre
al conductor-. Tengo asun
vés de céspedes cuidados, pasando setos que parecían susurrar viejos secretos. La casa misma, una estructura grande e imponente, p
perro de exhibición premiado de Alicia, una criatura de músculo elegante y dientes afilados,
na voz chillona. Al
sin dudar. Me moví, un paso lateral rápido y practicado, girando mi cuerpo lo suficiente para evitar el impacto total de su embestida. Sus dientes aún roz
cia adelante, no hacia mí, sino hacia el perro. Se arrodilló, acunando
edo. Rodearon a Alicia y al perro, sus ojos moviéndose hacia mi brazo sangrante, luego de vuelta al rostro baña
plana. La sangre brotaba, una mancha os
oltó otr
mpre provocas todo! -Acarició la cabeza del perro, fulminándome con ojos ve
vieja Camila, la inestable, la que supuestamente imaginab
Su preocupación era únicamente por el "pobre Duque" de Alicia. La
na herramienta de mis días en aislamiento, una pieza pequeña y roma de metal que había afilado contra el piso de concreto. Estaba destinada a la
con una velocidad nacida de la desesperación y la intención calculada. El metal romo encontró su marca, profundo detrás de su oreja, cortando un nervi
encio absolut
abiertos y horrorizados, se fijaron en el perro, luego e
apenas audible-. Mi Duqu
mi brazo palpitando. La sangre goteaba de mis dedos
stros conmocionados del personal, luego aterrizaron en Alicia, cuya fachada cuidad
z quebrándose con furia y dolor genuino por su mascota-. ¡E
ntí nada más que una satisfacción tranquila. Esta era la verd
Se quedaron congelados, mirando al Doberman muerto, luego a mí. Sus ro
nsé. No han vis
liente e insistente. Caminé hacia la casa, hacia la mansión en expansión que una vez había sido m
sgada, revelando la herida profunda e irregular. Dejaría cicatriz. Otro recordatorio. La limpié meticulosamente, vertiendo antiséptico sobre la carne viv
l, preguntas y más retrasos. No podía arriesgarme. No ahora. No cuando el juego acababa d
, un golpe frenético
á furioso! -Era Alicia, su voz una mezcla de terror
. Estaría aquí. Ahora. Y vería a su "salvadora" llorando, lamentando a su perro muerto, mientras la "loca
puerta traquete
voz de Carlos, espesa de rabia, tronó a
y luego, con un movimiento len
su rostro manchado por el llanto, sus ojos rojos, pero un brillo triunfante brillaba a través de sus lágrimas. Hiz
e! ¡Mi pobre e inocente Duque! -gimió A
salvaje, recorrió al perro muerto, luego a mi brazo
apenas controlado-. ¿Por qué harías esto? ¿Tienes id
el sufrimiento manufacturado de Alicia. Una vez me compró un collar de perlas, un gesto de paz después de una de nuestras discusiones silenciosas. Lo atesoré. Hasta que Alicia afirmó que le daba una reacción alérgica y
oz tan tranquila como u
vocado! ¡Siempre lo hacías, cuando estabas aquí antes, siempre acechando, poniéndolo nervioso! -Miró
bió, aferr
s tan cruel. Sabí
r su aprobación, su amor. Recordé cómo una vez deseé que viera a Alicia por quien realmente era, que me viera a mí. Pero esa Camila e
más profundo que cualquier amor que me mostraras. O a nuestro hijo. -Las
Carlos, sus ojos ardiendo con malicia-. ¡¿Crees que puedes s
n desafío frío e inqu
sér
olor persistente a sangre y miedo. Cada paso era un acto deliberado de libe
o me detuve. Salí de la mansión, de la vida a la que una vez me habí
s de mí, una pira ardiente de recuerdos dolor