icon 0
icon Recargar
rightIcon
icon Historia
rightIcon
icon Salir
rightIcon
icon Instalar APP
rightIcon

Su Venganza Se Alza del Manicomio

Capítulo 3 

Palabras:2020    |    Actualizado en: 08/12/2025

que había dejado atrás. Mi brazo pulsaba con un dolor sordo, un recordatorio constante del costo físico de mi regreso. Me recosté contra los asientos de cuero

lante, golpeando contra el reposacabezas. Un dolor agudo atravesó mi cuello. El cinturón de seguridad, diseñado para la s

de la puerta. Bloqueada. Probé la ventana. No se movía. El seguro para niños estaba

la voz de Carlos, fría y desencarnada, llenó l

ocado al perro de Alicia. -Su voz estaba desprovista de emoción, un monótono escalofriante-.

taba promulgando un castigo. Esto no era un colapso repentino; era premeditado. La rabia fría que había

eba de balas. El auto era una fortaleza, impenetrable desde el interior. P

ma, configurado para congelar, mordía mi piel. Mi aliento formaba nubes en el aire frío. La herida en mi brazo palpitaba, una

e se filtraba en mis huesos. Mi cuerpo, ya magullado y maltratado por el manicomio, por el ataque de

los y yo, conduciendo por la ciudad en una noche fresca de otoño. Apenas habíamos comenzado a salir, un romance vertiginoso después de su "rescate" por Alicia. Había

do amor, luego ofreció solo manipulación y traición. Mi mente reprodujo su rostro mientras sostenía a Alicia, mientras corría hacia el niño que se ahogaba

uerto hacía mucho tiempo. Este Carlos, este hombre frío, calculador y hambriento de poder, era un extraño. No había vuelta atrás, ni reavivamiento, ni esperanza de lo que una vez f

é contra ello, luché contra la negrura que se arrastraba por los bordes de mi visión, pero mi cuerpo me estaba fallando. El último pensamiento antes

, mi cuerpo convulsionando en un escalofrío violento. Mi cabeza palpitaba, mi bra

s de la neblina. Estaba de pie sobre mí, su rostro sombrío, una cubeta en su mano. Alicia estab

arrodillada en el suelo duro y congelado. Mi cuerpo dolía, cada

gre se

na dispersión de árboles antiguos y desnudos por el invierno. Aquí era donde dormían los muertos de los Ferrer. Aquí era donde las cenizas de mi hijo estaba

entrada, un insulto chillón contra la piedra sombría. En su techo, una pequeña foto enmarcada en plata de Duque, el Doberman muerto de Alicia, estaba ap

el aliento y paraliza tu alma. Habían hecho esto. Habían tomado cada pedazo de mi vida, cada recuer

do. Traté de levantarme, traté de correr hacia el mausoleo, hacia

corpulentos, agarraron mis brazos, manteniéndome firmemente e

malicia-. ¿Todavía aferrándote a esa fantasía, Camila? No hay nada ahí para ti. Solo... cenizas. -Se encogió de hombros, un gesto despectivo-. Y Duque. M

-exigí, las palabras arrancad

un sonido alt

, si no hubieras sido tan... descuidada. -Se volvió hacia Carlos, un suspiro dramático escapando de sus labios-. Es

un pedestal cercano, una hermosa vasija de porcelana. Mi corazón dio un vuelco. ¿Era.

na disculpa pública. Un video para redes sociales. Solo admite que te equivocaste y podemos seguir adelante. Por el bien del apellido Ferrer. Por el bien del precio de las acciones

tra mí. Quería que me arrastrara, que me humillara públicamente, que confesara sus mentiras, todo para proteger su imagen, su compañía, su nueva vida

de rabia al rojo vivo que amenazaba con consumirme. Es

de este nuevo ultraje-. ¿Disculparme por defenderme? ¿Disculparme por recordar la verdad? Jamás. -Mis ojos, ardiendo co

frío se filtraba en mi vestido delgado, helándome hasta lo

un gesto salvaje hacia Alicia, que observaba con una sonrisa triunfante-. Destruiste mi vida. Robaste a mi hijo. Me

crudo y atormentado que ra

on con los suyos-. Te arrepentirás de esto más que de cualquier cosa que hayas hecho. Lo juro. Sobre la tumba de mi hijo. Te arrepen

o, que yo estaba rota. Pero algo en mis ojos, en la fuerza pura de mi desesp

su vacilación, dio

tado loca! ¿Recuerdas las drogas? ¿Las alucinaciones? -Tiró de su brazo, su

a de perro chillona. Su conflicto interno, aunque breve, era clar

efinitiva. Se volvió hacia mí, su rostro desprovisto de piedad-. Dirás lo que

rimas ahora secas, mi rostr

abras llevando una promesa de devas

rente. Carlos me observaba, su expresión inflexible. Alicia flotaba a su lado, un depre

ados. Esto era

Obtenga su bonus en la App

Abrir