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La mentira del entrenador, mi verdad final

Capítulo 6 

Palabras:1321    |    Actualizado en: Hoy, a las 10:42

quedó suspendida en el aire, pesada y teñida d

ana, desprovi

milio.

á, pero sus movimientos er

seas ridícula, Ariadna.

algo de espacio. Ambos lo necesitamos. Para calmarnos. Mañana te dejaré las llaves de la casa. -Metí la mano en mi bol

tobillo palpitaba, un dolor sordo que me recordaba mi cuerpo roto, mi vida rota. Cuando alcanc

Ariadna

e del brazo, su agarre

jo en un abrazo apretado, su cabeza hundiéndose en mi hombro. Su aliento olía a licor rancio-. No

sperada, me provocaron una sacudida de repuls

vista de cualquier calidez. Luché, empujando

reglarlo. Lo prometo. Solo... solo quédate. -Intentaba besarme el pelo, la me

a, nacida de la pura repulsión, lo empujé hacia atrás con todas mis fuerzas. Tropezó, perdie

trocediendo ligeramente ante el shock. Abrió la boca, luego la cerró. Par

mí fue el sonido más liberador que jamás había escuchado. No esperé a ver si me seguiría. Sabía que no l

vidas desarrollándose a mi alrededor. Me sentí completamente sola, una figura solitaria a la deriva en un mar de humanidad i

era la hija de oro, la que había escapado de lo mundano, la que había alcanzado las estrellas. Mi he

me llegaron incluso antes de que tocara. La idea de enfrentarlos, de explicar mi vi

e mi madre, usualmente agudos y crítico

arde! -Su mirada se posó en mi pequeñ

a sonris

. de paso. -La ment

detrás de mi madre, secándose las manos en un trapo de cocina. Sus ojos, ya

u tono era acusador, como si hub

erándose un poc

a. -Puso un vaso en mi mano, su preocupación fugaz-. Ahora, d

ciar las palab

r donde quedarme esta noc

specto desconcertado. Un pesado silencio se instaló en la habitación, denso de preguntas no dichas y resentimie

tenía tales reparos. L

temprano? Y los niños tienen escuela. -Sus palabras eran dire

aclaró l

a noche, ¿verdad? Esta

he -confirmé, mi v

os, sus pasos pesados de indignación. Mi madre, suspirando, s

mi vida. No es mucho,

l sofá, su mano acarici

irte de esto. Una mujer necesita a su esposo. -Sus palabras eran un estribillo familiar, una canción que había escuchado toda mi vida. El valor de una mujer estaba en su matrimonio, su estatus, su ca

a para discutir, demasia

endo,

el sofá, las cobijas haciendo poco para ahuyentar el frío que se había filtrado en mis huesos. Mi cabeza comenzó a palpitar de nuevo, un dolor sordo e i

e embarazado, parpadeando detrás de mis párpados. Lágrimas calientes corrían silenciosamente por mis sienes, empapando la almohada. Me mordí el labio, apret

erpo rígido y dolorido, mi mente ya acelerada. ¿A dónde iría? ¿Qué haría? Mi pequeña cuenta de ahorros estaba disminuyendo, una suma insignificante en comp

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