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La mentira del entrenador, mi verdad final

Capítulo 5 

Palabras:1461    |    Actualizado en: Hoy, a las 10:42

onó en el vestíbulo del hospital. Se agarró la mej

a mi bebé! -Se encogió ligeramente, apoyándose pesadamente en E

La fuerza me hizo tropezar hacia atrás, mi tobillo lesionado protestando con una nueva ola de agonía. Casi me caigo de nuevo, agarrándome de una s

ándose y corriendo por mi cara-. ¡Me provocó! ¡Ha estado provocándome durante semanas, Emi

ó una eternidad. Su mirada se detuvo en mi rostro demacrado, mis ojos hundidos, las ojeras oscuras debajo. La

su voz más suave, confundi

fugaz, se encendió en mi pecho. Qu

do enferma durante semanas. Por eso estoy aquí. Vine a recoger mi

e nos había estado observando con ojos ent

endo! Siempre es tan dramática. ¡Solo quiere arruinar nuestra felicidad! -Su voz era estridente, teñida de pánico-. ¿Recuer

e preocupación se desvaneció, reemplazado por un desdén fam

vo-. Solo estás siendo dramática. Kenia está embarazada. Eso es lo qu

Realmente creía que yo estaba mintiendo, inventándolo todo para llamar la atención. El hombre que había

bé. Tu bebé perfecto y sano. Mientras que yo solo soy la esposa rota y

día luchar por un homb

pesado, cargado con el peso de mi vida destrozada. El rostro del médico era sombrío mientras levantaba la vista

exhaustivas y confirman nuestras sospechas iniciales. -Hizo una pausa, respirando h

s del hospital se desvanecieron, reemplaz

voz apenas un susurro. Las palabr

coordinación, eventualmente todas las funciones corporales. Tu esperanza de vida... está severamente lim

tanto, me estaba siendo robada. Y no por una caída, no por mala suerte, sino por una enfermeda

iento? -pregunté,

tasa de éxito de cualquier tratamiento agresivo es... mínima. Casi cero. Mi r

lo había sabido. Había visto mis informes médicos en el suelo, visto el nombre del médico, el membrete de la clínica. Sabía que estaba enferma. Y aun así había pisoteado mis informes, aun así se había

nta de que su propia esposa se estaba consumiendo. Me había acusado de ser dramática, de fingir. ¿La culpa que parpadeó brev

da que nunca fue realmente mía. Mi carrera se había ido, mi matrimonio era una mentira, mi cuerpo estaba fallando. No quedaba na

Caminé a casa, la casa quieta, silenciosa, un monumento a una vida que ya no existía. Las cortinas corridas hacían que la sala de est

ada de Emilio y yo, sonriendo, triunfantes, después de mi mayor victoria. Su brazo estaba alrededor de mi cintura, sus labio

a trabajar. Todas las cosas que habíamos acumulado juntos, las toallas a juego, los libros compartidos, los cachivaches sentimentales, la ropa que había dejado atrás... sistemáticamente las revisé, arr

gastada maleta de mano, estaba junto a la puerta, empacada con las pocas cosas que todavía consideraba verdaderamente

ético contra mis costillas. ¿Quién podría ser? Mis ojos se dirigieron al reloj. Era tarde.

da. Entró a trompicones, apestando a alcohol, y se derrumbó en el sofá, gimiendo. Ni siquiera notó el m

rpadeó, lentamente, como si tratara de procesar lo que estaba viendo.

su voz espesa-. ¿Qué

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