El imparable resurgimiento de la mujer despreciada
vista de
a cuadra del penthouse de Héctor, pero la fiesta ya se anunciaba. Música fuerte y estridente. Gritos
ralmente tan serenos, contenían una chispa de furia. -
iera contestado. Mi mente, todavía nadando por la conmoción cerebral, se sentía extrañamente clara. Los años de permitirle todo, los sacrificios sile
n entreabiertas. Descuido. Igual que Héctor. Hice una pausa, una extraña vacilación se apoderó de mí. Una parte de mí, la vieja Alessandra, quería retirarse
esó la música pulsante. Era el grito de una mujer, crudo y angu
la puerta principal. Levanté una mano, deteniéndolos. Necesitab
a, cargada de sollozos dramáticos. -...¡y me acaba de despedir! ¡Sin ninguna r
de los invitados. Cristina estaba jugando
legado de su familia! -se lamentó Cristina, su voz escalan
presentándome como la agresora, la mujer celosa y rencorosa. M
usurro teatral, diseñado para tocar la fibra sensible-. No soporta verme
me había mostrado. -Ya, ya, mi amor. No llores. Solo es una mujer amargada y sola. Siem
erraron en puños, mis nudillos blancos. No solo estaba condonando sus me
tiene ningún poder. Solo es mi hermanastra. Me aseguraré de que se arrepienta de esto. La encontraré, la arrastraré has
esta. Sus amigos, estos aduladores superficial
uéstrale quién man
ete con Cris
paciencia, de mi equivocada obligación familiar, se rompió. No solo era un ingrato. Era un m
rro, pero cargada de una intención
bles, ahora tenían un brillo de algo parecido a una salvajería co
RA
do ensordecedor que se tragó la música por completo. El penthouse quedó en silencio. El bajo murió, las
a ligeramente hinchados, recorrieron los rostros atónitos, deteniéndose finalmente en Héctor, que estaba sentado en un lujo
siva. Mi voz, cuando llegó, fue baja, f
ra? -pregunté, mi mirada f