El imparable resurgimiento de la mujer despreciada
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ro, Héctor. Como la CEO del imperio de nuestra familia, financié cada uno de sus c
ente de un bar que yo misma contraté- ordenó que
vir de su dinero. Luego, ella y sus guardias me rompieron tre
icado todo, ignoró mis llamadas desesperadas. Estaba dem
puso de su lado. Me llamó una vieja amargada, u
helada revelación de que el hombre al que hab
l paso. Iba a reducir su mundo entero a cenizas, empezando por el secreto
ítu
o de cada segundo que perdí amándote. Terminamos". No fue una elección
una mesa de la esquina, invisible con mi ropa de gimnasio desgastada. La me
enta corporativa del señor Cárdenas... pare
ra todo. Una simple copa de Chardonnay no debería ser un problema. Intenté
lizando mi INE sobre la pulida madera oscura-. Soy Ales
rás de la barra, con una mueca de desprecio ya formándose en su rostro perfectamente maquillado. Conocía a Cristina de su trabajo anteri
míos. Se acercó, con movimientos deliberados, sus tacones resonand
do una falsa preocupación, lo suficientemente alta para
s. Prefería hacer mis negocios en salas de juntas, no en los bar
fesional-, parece que hay un malentendido. Soy Al
ajo las miradas curiosas de los pocos clientes. Mis mejillas ardieron. Esto
ctamente quién eres, querida -siseó, su voz apenas un susurro, pero cargada de veneno-. La limosnera a la que Héctor le av
mingo? Yo financiaba la existencia ent
tensa por una ira contenida-. Soy Alessandra
erodeando. Siempre vestida como si acabaras de salir de la cama, intentando fingir que perteneces a este lugar. Déjame aclararte algo: Héctor es el dueño de este l
tor sabía que yo usaba esa cuenta. ¿De verdad
voz peligrosamente baja-. O tal vez podrías verificar
rlona se ensanchaba. El teléfono sonó una, dos veces... y luego se fue directo al buzón de voz. Inten
mago. -¿Ves? Probablemente está ocupado con alguien importan
esidad desesperada de proteger su acceso a la riqueza de Héctor. Me veía c
aso a una claridad escalofriante-. Este hotel es mío. Soy dueña de la compañía qu
to público-. No te atrevas a hacerte la jefa conmigo. ¿Crees que no te conozco? ¿Crees que no sé que has intentad
pobre solterona patética que no puede conseguir un hombre, así que intentas rob
entir los ojos de los otros clientes sobre nosotras, los murmullos comenzaban a exten
er malicioso en sus ojos. Dio dos palma
n rápidamente hacia nuestra mesa. Braulio Vargas, el gerente general del hotel, no e
ta, señalándome-. Está invadiendo propiedad privada e intentando
Héctor. Sabían que ella tenía poder. Mi naturaleza reservada, mi preferencia por trabajar tr
se despegaron del suelo mientras me arrastraban, medio cargada, a través del opulento vestíbulo. Luché, un jadeo silencioso escapó de mis labios, pero su fuerza
aje oculto que sabía que conducía a las áreas traseras del hotel. Mi corazó
puerta, una pesada puerta de hierro con un letrero: "Cava - Sólo Personal". Me empujaron a través de
ndo incongruente para lo que estaba sucediendo. Antes de que pudiera procesar mi entorno, otro empujón me envió de bruces al frío suelo de concreto. Los guardias se h
onido retumbó, sellándome dentro. El hedor a moho y vino rancio llenó mis fosas nasales. Estaba sola, verdaderamente sola, co