El imparable resurgimiento de la mujer despreciada
vista de
. Jadeé, acurrucándome en el frío suelo de concreto. El aire estaba cargado con el olor a tierra húmeda y uvas fermentadas. Cristina Finley
escontrolada-. ¿Crees que puedes entrar aquí como si nada, intentar r
dome a hacer un solo ruido. Mi visión se nubló por un momento, estrellas e
furia y desesperación-. ¡No te atrevas a pensar que eres mejor que yo! ¡Solo
, sus rostros impasibles. -Denle una lección -ordenó Cristina, su voz recuperando un con
anco que me hizo morderme el labio hasta saborear la sangre. Cada músculo de mi cuerpo se tensó, tratando de protegerse, pero fue inútil. Sentí cómo se rompían mis costillas, mis órganos internos protesta
spotricando Cristina, su voz una banda sonora irritante para la paliza-. Crees que eres ta
s palabras. -Este es mi dinero. Este
ntacto visual con Cristina, hacerla entender. -Llama a Héctor -su
aro que me lo dirá! Ya me lo dijo todo. Me dijo que me encargara de
Mi cabeza palpitaba, un pulso vertiginoso detrás de mis ojos. Yacía allí,
ando mi brazo. Me estremecí, pero ella apenas lo n
así es como va a funcionar esto. Vas a pagar por esta pequeña moles
, se agudizó al mencionar el dinero.
ntar arruinar mi relación. Por atreverte a pensar que podías salirte con la tuya. Y si no pagas, bueno, digamo
intiéndose inútiles incluso mientras las pronunciaba-. La
olvió en negro. Los guardias, siguiendo su ejemplo, reanudaron el asalto. Esta vez, supe que tenían la intención de infligi
humillación. Se trataba de supervivenci
l bolsillo. Mis dedos, entumecidos y torpes, lograron sacarlo. La pant
a apenas audible-. Está bien
imiento de su mano. -Niña lista. Sabía que entrarías en razón. Pero, ¿sabes qué? Ese
ue sean diez millones. Y no intentes nada estú
n mi mano. Ignoré a Cristina, ignoré el dolor punzante, me concentré en la pequeña pantalla. Abrí m
n de llamada. So
z... suenas terrible -la voz p
z millones de pesos. En efectivo. Tráelos al hotel. A
Alessandra, por e
ola, mi voz adquiriendo un filo de desesp
scuchando con una extraña mezcla de confusión y avaricia, se a
ada, ¿no? ¿Ves? Sabía que cederías. Y todo este tiempo, tratando de hacerte la po
r el veneno momentos antes, ahora brillaban con triunfo. Pensó