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La Esposa que no Amo: Una madre para mi hijo

Capítulo 8 8

Palabras:1944    |    Actualizado en: 30/11/2025

arla estresante con Fiorella, donde Chiara se negaba y ella insistía

ecisiones, le tuvo que dejar muy claro que un divorcio no sería una guerra limpia, porque Da

n tener un hijo, no era la manera

había en este y sus ojos se perdí

acer para t

ella quisiera verlo, todo lo contrario, deseaba no volver a ver su ro

de acuerd

uera una posibilidad

contrarias a como

monio se desvanecían delante de sus ojos si pen

rme bien? Ya sabía yo que

e ajustaban perfectamente bien a ella: No tener que ver a su esposo,

ban la parte

ear c

vientre y sus ojos se

a ser, pensó, quizás no el primer año, ni el segundo, pero sí pensó en ser madre. Pero, cuando vio la real

su vida, la manera en la que había crecido o las veces que deseó siempre un abrazo cuando peor era su situación,

su hijo? ¿Un padre ausen

progenitor rechazaría, las palabras de Davide resonaban en su ment

de esa otra mujer,

ra de Chiara él l

al mundo por ella tuviera un padre como Da

de agua sobre su cara para ver si así aliviaba l

tocó a s

tomó una toalla para llevarte e

la puerta, to

ijo que no vivía en casa de sus padres, ella creyó que ya se había marchado. Hace un par de

ace una m

te a de

era, mamá no quería que te quedaras sola, tampoco p

e importa quedarme sola. S

irada de Dante cuando escuchó esas pa

cuñ

e en su mente recordándoselo, p

es alg

stó la casa, ¿quier

cerrando la puerta de l

? -comenzaron a caminar por

ué pien

s se enrojecen bast

vergonzada, sin at

sido

egu

seg

nto más. -Con eso

de las habitaciones. Salieron de allí para ver

ede ser t

erdíamos aquí, aunque solía ser bastante divertido. Nico era muy escurridizo

re

cómo se llamaba

preguntar qué fue lo que pasó exactamente sobre su muerte. Era un t

no se fue más abajo y una espina rozó su piel hasta penetrarla. No le dolió, solo era la mane

a de sangre sal

en su boca y lueg

No quiero hacerte

r el enorme jardín, h

atro asientos rodean

do que cada uno de e

tro her

y Chiara se paseó por el resto

quel asiento jamás se sentaría allí, no otra vez.

Dante y se se

a y la tranquilidad del lugar, solo siendo interrumpido por el mover de los

sáceas se fueron convirtiendo en más oscura, hasta

a su paso, mostrando el camino de regreso, aunque no entraban por el jard

ar-dijo él, poniénd

pasaron casi unas dos horas desde que salieron de casa y recorrieron el jardín, todo

ándole el camino que se sabía

aquel cabello corto que atrapaba la luz. Sintió unas

idad de recordarse a sí misma esas

el jardín, también en casa, ella decidió adelantarse, porque sent

los arbustos y tomando el primer camino que se abría frente a ella, int

ndo ver qué camino ella tomaba, no había mucha luz, pero su

él creciendo una enorme emoción, persiguiéndola

dejó de escuch

ompleta

os fuertes latidos en su pecho

nes, en busca de al

despacio, había hojas secas en el s

s, más adelante y sali

os en el centro del jardín. La luz llegaba men

la chaqueta que antes llevaba Chiara. Se acercó casi de puntillas, quería sorprenderla, sus pasos eran muy lentos, intent

una t

y tarde para

se giró rápidamente, pero no contaba con que Chiara fuera a correr de manera tan directa en

él cayó hacia atrás, cerrando sus brazos a

elo y ella sobre él, aprisionada con sus brazos

de su boda, pero a modo de consuelo, en un momento de

ara que no se hiciera daño y ambos en el suelo,

ola

ntía su respiración golpearla y sus

ente agradable posándose en su pecho

cuña

ovió, él tam

vaivén y el tiempo carecía de importancia,

hecho dañ

ado en un susurro-. ¿Qué

orque me ganaste en

n ventajas, po

o, no por la intensidad de sus palabras, el tono sueve y la forma en la que

si pretendiera besarla. Ella cerró los ojos, esa

ñado! ¡Es

e esfumó desde que Da

daron el

se

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