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La verdad: Su sufrimiento

Capítulo 4 

Palabras:1637    |    Actualizado en: 26/11/2025

de A

scondiendo la cabeza en la arena, esperando que simplemente desapareciera o volviera a mi papel prescrito de esposa histérica. Pero la vi

a allí con Sofía, por supuesto, ambos irradiando un brillo artificial, rodeados de sus aduladores. Sofía, sorprendentemente, había logra

lo vestido negro era discreto, elegante. Llevaba un elegante portafolio de cuer

siguiendo su mirada, se puso rígid

sonando en el suelo de mármol, cada paso un mar

educada, cuando llegué a su mesa. "

se en su lugar. "Alicia, qué sorpresa. Te ves... bien". S

endo el portafolio. "Cre

, me recorrió. Lo abrió, sus ojos escaneando los documentos. El color se drenó lentamente de su rostro

de broma, Alicia? ¿Crees que puedes simplemente... irte y llev

ero lo suficientemente fuerte para que

na". Se volvió hacia mí, su voz goteando desdén. "Sabes, Alicia, Sofía nunca será una amenaza para tu posició

s razón, Gabriel", dije, sorprendiéndolo. "Ella no es una amenaza. Porque t

ron con sospecha. "¿De

onvertido en una jaula. Una carga que ya no deseo llevar. Estoy ca

tro de Gabriel se endureció. "¿Quieres salir? ¿Después de todos estos años? ¿Y crees q

rada. Con una empleada. Y en nuestro estado, eso conlleva una penalización significativa en la división de bienes. Sin mencionar el valor decrec

rojo. Agarró el portafolio con tanta fuerza que sus nudil

ndo lo que es legal, ética y moralmente mío. Y un poco más, por daños y perjuicios.

de los ojos sobre él. Su imagen perfecta se estaba desmoronando. Conocía

o por recuperar el control. "Esto es una actuación,

etálico en mi boca. Era un cobarde. Un narcisista. Un hombre tan completament

inero? ¡Tómalo! Pero te arrepentirás de esto, Alicia. Volverás arrastrándote. Te daré exactamente una sem

iel", dije, tomando los papel

avía pensaba que estaba fanfarroneando, jugando

ímbolo de nuestra ambición compartida, ahora se sentía como una tumba. Sal

que había compartido con Gabriel, pero el aire salado y el sonido de las olas eran un bálsamo para mi alma en carne viva

cuela, estaba llena de emoción. "¡Tía

unté, sonriendo, disfruta

a, hablando con el director. Dijo que se va a

de Arturo, un vecindario tranquilo y sin pretensiones, lej

eparando la cena, mientras Bety jugaba en la sala. Escuché un grito r

un marcado contraste con su imagen pública. Bety estaba en el suelo, agarrándose la cabeza, las lágrimas co

Mi sobrina, mi pequeña Bety, estaba herida. Todo el control helado

is manos ya temblando con una rabia tan potente que

uchero inocente. "¡Señora Kaufman! Yo... ¡solo tropecé! Y Be

o, tía Alicia! Ella... ¡te llamó un nombre feo! ¡Dijo que te merecías todo lo que pasó

La pura malicia. La

ió de golpe. Gabriel estaba allí, mirando de Sof

quí?!", rugió, sus ojos claván

razo. "¡Gabriel! Ella... ¡me atacó! ¡Y Be

se la oreja. Sin una palabra, se acercó a ella, con la mano levantada

te, reemplazados por un gemido ahogado. Sus ojos, abiertos de par en par por el terror

crudo y animal saliendo de mi

todavía ardiendo de rabia. "¡Se lo merecía! ¡

nuestro hijo, lo había dejado morir.

eja ya estaba hinchada, roja y magullada. Un delgado hilo de sang

y gutural saliendo de mi garganta

or en mi propio cuerpo. Corrí hacia la puerta, em

vas?!", gritó, trat

u espinilla. Tropezó hacia atrás, agarrándose la pierna. "¡Si algo le pasa

tud un peso escalofriante. No solo lo estaba dejando esta vez. Estaba

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