La verdad: Su sufrimiento
de A
scondiendo la cabeza en la arena, esperando que simplemente desapareciera o volviera a mi papel prescrito de esposa histérica. Pero la vi
a allí con Sofía, por supuesto, ambos irradiando un brillo artificial, rodeados de sus aduladores. Sofía, sorprendentemente, había logra
lo vestido negro era discreto, elegante. Llevaba un elegante portafolio de cuer
siguiendo su mirada, se puso rígid
sonando en el suelo de mármol, cada paso un mar
educada, cuando llegué a su mesa. "
se en su lugar. "Alicia, qué sorpresa. Te ves... bien". S
endo el portafolio. "Cre
, me recorrió. Lo abrió, sus ojos escaneando los documentos. El color se drenó lentamente de su rostro
de broma, Alicia? ¿Crees que puedes simplemente... irte y llev
ero lo suficientemente fuerte para que
na". Se volvió hacia mí, su voz goteando desdén. "Sabes, Alicia, Sofía nunca será una amenaza para tu posició
s razón, Gabriel", dije, sorprendiéndolo. "Ella no es una amenaza. Porque t
ron con sospecha. "¿De
onvertido en una jaula. Una carga que ya no deseo llevar. Estoy ca
tro de Gabriel se endureció. "¿Quieres salir? ¿Después de todos estos años? ¿Y crees q
rada. Con una empleada. Y en nuestro estado, eso conlleva una penalización significativa en la división de bienes. Sin mencionar el valor decrec
rojo. Agarró el portafolio con tanta fuerza que sus nudil
ndo lo que es legal, ética y moralmente mío. Y un poco más, por daños y perjuicios.
de los ojos sobre él. Su imagen perfecta se estaba desmoronando. Conocía
o por recuperar el control. "Esto es una actuación,
etálico en mi boca. Era un cobarde. Un narcisista. Un hombre tan completament
inero? ¡Tómalo! Pero te arrepentirás de esto, Alicia. Volverás arrastrándote. Te daré exactamente una sem
iel", dije, tomando los papel
avía pensaba que estaba fanfarroneando, jugando
ímbolo de nuestra ambición compartida, ahora se sentía como una tumba. Sal
que había compartido con Gabriel, pero el aire salado y el sonido de las olas eran un bálsamo para mi alma en carne viva
cuela, estaba llena de emoción. "¡Tía
unté, sonriendo, disfruta
a, hablando con el director. Dijo que se va a
de Arturo, un vecindario tranquilo y sin pretensiones, lej
eparando la cena, mientras Bety jugaba en la sala. Escuché un grito r
un marcado contraste con su imagen pública. Bety estaba en el suelo, agarrándose la cabeza, las lágrimas co
Mi sobrina, mi pequeña Bety, estaba herida. Todo el control helado
is manos ya temblando con una rabia tan potente que
uchero inocente. "¡Señora Kaufman! Yo... ¡solo tropecé! Y Be
o, tía Alicia! Ella... ¡te llamó un nombre feo! ¡Dijo que te merecías todo lo que pasó
La pura malicia. La
ió de golpe. Gabriel estaba allí, mirando de Sof
quí?!", rugió, sus ojos claván
razo. "¡Gabriel! Ella... ¡me atacó! ¡Y Be
se la oreja. Sin una palabra, se acercó a ella, con la mano levantada
te, reemplazados por un gemido ahogado. Sus ojos, abiertos de par en par por el terror
crudo y animal saliendo de mi
todavía ardiendo de rabia. "¡Se lo merecía! ¡
nuestro hijo, lo había dejado morir.
eja ya estaba hinchada, roja y magullada. Un delgado hilo de sang
y gutural saliendo de mi garganta
or en mi propio cuerpo. Corrí hacia la puerta, em
vas?!", gritó, trat
u espinilla. Tropezó hacia atrás, agarrándose la pierna. "¡Si algo le pasa
tud un peso escalofriante. No solo lo estaba dejando esta vez. Estaba