La verdad: Su sufrimiento
de A
había dejado allí, tal como me había dejado en todas las demás formas imaginables. Los minutos se convirtieron en horas, el sil
un vaso de agua, su rostro una máscara de preo
éfono vibró. Lo miró, y un destello de algo, urgencia, cruzó su ros
iado débil para moverme, demasiado desconsolada para que me importara. El dolor físico era un latido sordo, pero la agonía emociona
ntrolablemente, mis labios azules. Me ayudó a salir, su rostro grabado con preoc
volvería pronto",
estado en quedarse ni un momento cuando mi cuerpo
n cuidado más completo. Me trasladaron a otra ala del hospital, u
rodeaba la cintura de Sofía, su cabeza inclinada, susurrándole algo. Ella se rio, un sonido brillante y despreocupado que destrozó mi último nervio. Llev
ta, me vieron. La sonrisa de Gabriel vaciló. Los ojos de Sofía se abrieron de par en par,
z plana. Acercó a Sofía, como
s que dar, se retorció en agonía. Un dolor agudo y abrasador me atravesó, como si mil pequeñas agujas perforaran mi carne. Me sentí mareada, un dol
rápidamente empujó la silla de ruedas más
usurró la enfermera, su mano tocando
rla, justo frente a mí, después de que acababa de asesinar a nuestro hijo y dejarme sangrando. Había visto mi dolor, mi humillación, mi quebranto, y eligió mostrar su inf
ia, lamento mucho... todo", dijo, sus ojos evitando los míos. "Pero necesitas entender. Sofía..
la narrativa. Siguiendo culpán
a de abajo, la que contrataste... Leo? ¿De qué se trata
lente profesional. Necesitaba a algu
e tensó. "¿Un papel? ¿Qué
a, observando su rostro. No había celos, ni ira esta vez. Solo una mirada vacía. No
pausa, luego se levantó. "Tengo que i
o se cayó en el momento en que se dio cuenta de que
lta sociedad. Estaba invirtiendo mucho en ella, preparándola para ser el rostro de su futuro, no solo profesionalmente, sino personalmen
Las cuentas ocultas. Los activos que había asegurado meticulosamente, pieza por pieza, bajo el radar. Mi
lo inmobiliario. Hasta que comenzaron los susurros. Susurros sobre sus gastos lujosos. Susurros sobre los fondos misteriosamente menguantes de la empresa. Susurros que se convirtieron en gritos cuando un importante evento de
or su incompetencia, sino por el escándalo público. Me culpó a mí, po
voluntariamente en una clínica psiquiátrica. "Para observación", dijo, su voz d
rarme. Pero en la silenciosa habitación a
antes, parecía triunfante. "¿Te sientes mejor, Alicia?", preguntó, una sonrisa cruel jugando en su
je, mi voz ronca, pero firme. "Int
joven. Comete errores. Tú
abios. "Gabriel, ella intentó reemplazarme. Atacó
ncomprendida. Y tú solo estás celosa". Se inclinó, su voz bajando a un susurro peligroso. "Si
a. "¿Por qué ella? ¿Por qué desechaste todo
Alicia, tú eras... cómoda. Predecible. Sofía.
lo que quedaba de él, no sintió nada. Ni dolor, ni ira. Solo un profundo
as cortando el aire estéril. "Quiero s
, no seas tonta. Tenemos demasiado atado j
el", dije, mi voz ganando fuerza. "Q
glas habían cambiado. Y él no te