Él eligió al perro; yo elegí el imperio
vista d
a de traición. *Emilia. Pobre Emilia. Tan confiada, tan ingenua*. La frase resonaba, burlándose de mí. La Ciudad de México que una vez amé, la ciudad que prometía sueños, ahora se sentía fría e indiferente. Habían pasa
mbición de Alejandro, se cernía contra el cielo nocturno, sus pisos superiores todavía encendidos. Solía ser un símbolo de nuestro
isas puntuadas por el tintineo de las copas de champán. Es
-dijo una mujer, su voz aguda perforando la relativa qui
inter
la próxima semana? El mismísimo Alejandro Garza se
mi fórmula, mi legado robado. Estaban celebrando su éxito, construido sobre mi ruina. La san
ndo bajo las luces de la calle. Se veía más impresionante, más segura de lo que la había visto nunca. La mujer que una vez envidió cada uno de mis pasos ahora irradiaba un aura de triunfo
a de mi corazón. Su mirada recorrió la calle, y por una fracción de segundo, sus ojos se en
, su expresión endureciéndose en algo ilegible. Se separó de Carla y comenzó a caminar ha
¿De verd
ayada, una mezcla de falsa p
o. ¿Qué haces aq
palabras de acusación atascadas en mi ga
cariño, ¿q
lto y de cabello plateado que reconocí como un prominente analista de la industri
tándome como si fuera una conocida lejana-. Solía trabajar para nos
áneo. Mi puesto. El trabajo de mi vida. Robado, reempaque
un resentimiento infantil, ahora tení
a pasado tanto tiempo!
n teatral de afecto. Su aliento era cá
ulas, querida? Están haciend
más profundamente que cualquier cuchillo. No solo
iado desde Coahuila, supuestamente a Alejandro, para ayudar a limpiar mi nombre, había estado alimentando el
esesperado para que reconociera la verdad. Él desvió la mirada, su mandíbula tensa, un dest
tamudeó, apartándose-. Una ur
cia mí, su v
to verte. Nos pond
a, arrastrando
gritar-. ¿Me vas a d
geramente, sus labios torciéndose en una sonrisa triunfant
decedor. El auto negro, que llevaba a mis traidores, se mezcló con el tráfico de la noche, dejándome desolada y
bía compartido con el hombre que amaba. Necesitaba respuestas. Necesitaba confrontarlos. Quizás, solo quizás, ha
que habíamos elegido juntos por capricho después de una cena romántica. Era nuestro aniversario. O lo que yo pensaba que era nuestro aniversario. *
ue cualquiera que hubiera sentido antes, me e